
La Presentación del Señor:de acuerdo a la Ley de Moisés, una madre que había dado a luz a un niño
varón, era considerada impura por siete días, además debía
permanecer treinta y tres días "en purificación de su sangre. Una vez
pasados estos 40 días los niños debían ser llevados al templo para su
presentación al señor y proceder a la purificación de la madre.Las velas
son el símbolo de esa purificación. Además se presentaba al primogénito
al templo y se ofrecía una donación, dos pichones o dos tórtolas.La
festividad de hoy, de la que tenemos el primer testimonio en el siglo IV
en Jerusalén, se llamaba hasta la última reforma del calendario, fiesta
de la purificación de la Virgen María, en recuerdo del episodio de la
Sagrada Familia, que nos narra San Lucas en el capitulo 2 de su
Evangelio.
Para cumplir la ley, María fue al Templo de Jerusalén, a los cuarenta
días del nacimiento de Jesús, para ofrecer su primogénito y cumplir el
rito legal de su purificación.
La reforma litúrgica de 1960 y 1969 restituyó a la celebración el título
de “presentación del Señor” que tenía al principio: la oferta de Jesús
al Padre, en el Templo de Jerusalén, es un preludio de su oferta
sacrifical sobre la cruz.
Roma adoptó la festividad a mediados del siglo VII, y el Papa Sergio I
(687-701) instituyó la más antigua de las procesiones
penitenciales romanas, que salía de la iglesia de San Adriano y
terminaba en Santa María Mayor. El rito de la bendición de los cirios,
del que ya se tiene testimonio en el siglo X, se inspire en las palabras
de Simeón: “Mis ojos han visto tu salvación, que has preparado ante la
faz de todos los pueblos, luz para iluminar a las naciones”. Y de este
rito significativo viene también
el nombre popular de esta fiesta: la así llamada fiesta de la
“Candelaria”.
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