lunes, 29 de marzo de 2021

Mensaje de Pascua- Fr. Joan Jordi Escrivá




MENSAJE DE PASCUA

Estimados Hermanos: Paz y Bien.

     Con el Domingo de Ramos, iniciamos la Semana Grande, la Semana Santa, una Semana donde se nos invita a Celebrar, Interiorizar y Profundizar los Grandes Misterios de nuestra fe, como son: La Pasión, Muerte y Resurrección del Señor.

Todo nos va llevando a centrarnos en lo que la Iglesia llama el Triduo Pascual.

El Papa Francisco al inicio de la Cuaresma en su mensaje nos decía: “Mirad, que subimos a Jerusalén” (Mt. 20, 18-20)

Es el anuncio que Jesús comunica a sus Apóstoles.

Jesús es muy consciente que “Subir a Jerusalén”, significa y supone para Él, sufrimiento, rechazo, entrega, traición por uno de sus íntimos (Judas Iscariote); negación por parte del cabecilla del grupo, Pedro; dispersión y miedo por parte de los discípulos; condenado a muerte por blasfemo, por las autoridades de Jerusalén.

Este anuncio de la Pasión tiene varias reacciones en los discípulos, que no acaban de entender y que Pedro le va a regañar.

Jesús es muy consciente de todo lo que va a pasar, todo por amor a los hombres.

 

El Jueves Santo la Iglesia Celebra la Cena del Señor.

     De aquella Cena de Jesús con sus amigos, nos hizo tres regalos inmensos: La Eucaristía: Memorial de su entrega a la humanidad, su Cuerpo y su Sangre para nuestra salvación, El Ministerio Sacerdotal: “Cada vez que hagáis esto, hacedlo en memoria míay El servicio “después de cenar se ciñó la toalla y se puso a lavar los pies a los discípulos” “Vosotros me llamáis Maestro y Señor, pues, si yo el Maestro y Señor os he lavado los pies, también hacedlo vosotros unos a otros”.

     Después de cenar y de darles algunas recomendaciones les comunica su testamento: Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos como yo os he amado”

El Viernes Santo, después de una noche ajetreada:

     Primero la oración y la agonía en el Huerto de Getsemaní, a continuación, el prendimiento y el juicio del Sanedrín, llevado ante Poncio Pilato, la Flagelación, las burlas, la coronación  de espinas y cargando con la cruz camino del calvario, Jesús llega a entregar la vida por nosotros y por todos los hombres.

Jesús, con la confianza puesta en Dios su Padre, y obediente a su voluntad muere en la cruz por amor, nos enseña a perdonar y amar a todos e incluso a nuestros enemigos.

     La Iglesia nos invita en este día a contemplar al Crucificado, adorarlo como Dios y Señor, aunque veamos un hombre lleno de dolor, destrozado, sepamos ver en Él nuestra salvación y el perdón de nuestros pecados.

Junto a la muerte de Jesús están todos los sufrimientos de cualquier hombre que sufre o participa de su pasión. Dios no abandona nunca a sus hijos.

Jesús crucificado nos regala lo más grande que posee, a su Madre la Virgen María. que también sepamos acogerla en nuestro corazón.

Después viene la sepultura.

     El Sábado Santo con Jesús Sepultado y junto con la soledad de María, la Iglesia guarda silencio. espera gozosa el momento más importante de la historia de la humanidad. su Resurrección.

     Con la Vigilia Pascual toda la Iglesia anuncia la victoria sobra la Muerte, como canta el Pregón Pascual:

 “Oh admirable condescendencia de tu amor,

para Rescatar al esclavo has sacrificado al Hijo.

Sin el pecado de Adán, Cristo no nos habría rescatado.

¡Oh feliz culpa que mereció tan grande redentor!

¡Esta es la noche en que Cristo ha vencido la muerte,

y del infierno retorna Victorioso”.

    Queridos hermanos, que la alegría de la Resurrección, nos ayude a todos a vivir estos tiempos tan difíciles de la pandemia y nos llene de esperanza de que la muerte, el mal y el pecado han sido vencidos.

    Los Hermanos Franciscanos de Zaragoza os deseamos una Feliz Semana Santa y Feliz Pascua de Resurrección

                                                                             Fr. J, Jordi Escrivá, ofm

                                                                                     Vuestro Párroco

 

domingo, 21 de marzo de 2021

V Domingo de Cuaresma Ciclo B - 21 de marzo de 2021

 




Lecturas V Domingo de Cuaresma Ciclo B

  

PRIMERA LECTURA  

Lectura del libro de Jeremías 31, 31-34



«Mirad que llegan días —oráculo del Señor—
en que haré con la casa de Israel y la casa de Judá
una alianza nueva.

No como la alianza que hice con sus padres,
cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto:

ellos quebrantaron mi alianza, aunque yo era su Señor
—oráculo del Señor—.

Sino que así será la alianza que haré con ellos,
después de aquellos días —oráculo del Señor—:

Meteré mi ley en su pecho,
la escribiré en sus corazones;

yo seré su Dios,                                                                              

y ellos serán mi pueblo.

Y no tendrá que enseñar uno a su prójimo,
el otro a su hermano, diciendo:
"Reconoce al Señor".

Porque todos me conocerán,
desde el pequeño al grande
—oráculo del Señor—,

cuando perdone sus crímenes
y no recuerde sus pecados».

Palabra de Dios. 

Salmo responsorial: Salmo 50, 3-4, 12-13. 14-15. 

R. Oh Dios, crea en mí un corazón puro.

Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado. R. 

Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu. R. 

Devuélveme la alegría de tu salvación
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti. R. 

 

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta a los Hebreos 5, 7-9

Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuando en su angustia fue escuchado.

Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna.

Palabra de Dios. 

EVANGELIO

cruzLectura del santo evangelio según san Juan 12, 20-33



En aquel tiempo, entre los que habían venido a celebrar la fiesta había algunos griegos; éstos, acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban:

—«Señor, quisiéramos ver a Jesús».

Felipe fue a decírselo a Andrés; y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús.

Jesús les contestó:

—«Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre.


Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo premiará.


Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré?: Padre, líbrame de esta hora. Pero si por esto he venido, para esta hora. Padre, glorifica tu nombre».

Entonces vino una voz del cielo:

—«Lo he glorificado y volveré a glorificarlo».

La gente que estaba allí y lo oyó decía que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel.

Jesús tomó la palabra y dijo:

—«Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el Príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí».

Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba a morir.

Palabra del Señor.


sábado, 13 de marzo de 2021

IV Domingo de Cuaresma Ciclo B - 14 de marzo de 2021

 


Lecturas IV Domingo de Cuaresma Ciclo B

 

 

PRIMERA LECTURA  

Lectura del segundo libro de las Crónicas 36, 14-16. 19-23



En aquellos días, todos los jefes de los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades, según las costumbres abominables de los gentiles, y mancharon la casa del Señor, que él se había construido en Jerusalén.

El Señor, Dios de sus padres, les envió desde el principio avisos por medio de sus mensajeros, porque tenía compasión de su pueblo y de su morada. Pero ellos se burlaron de los mensajeros de Dios, despreciaron sus palabras y se mofaron de sus profetas, hasta que subió la ira del Señor contra su pueblo a tal punto que ya no hubo remedio.

Los caldeos incendiaron la casa de Dios y derribaron las murallas de Jerusalén; pegaron fuego a todos sus palacios y destruyeron todos sus objetos preciosos. Y a los que escaparon de la espada los llevaron cautivos a Babilonia, donde fueron esclavos del rey y de sus hijos hasta la llegada del reino de los persas; para que se cumpliera lo que dijo Dios por boca del profeta Jeremías:

«Hasta que el país haya pagado sus sábados,

descansará todos los días de la desolación,

hasta que se cumplan los setenta años».

En el año primero de Ciro, rey de Persia, en cumplimiento de la palabra del Señor, por boca de Jeremías, movió el Señor el espíritu de Ciro, rey de Persia, que mandó publicar de palabra y por escrito en todo su reino:

«Así habla Ciro, rey de Persia:

"El Señor, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra.

Él me ha encargado que le edifique una casa en Jerusalén, en Judá.

Quien de entre vosotros pertenezca a su pueblo, ¡sea su Dios con él, y suba!"».

Palabra de Dios. 

Salmo responsorial: Salmo 136, 1-2. 3. 4. 5. 6 

R. Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti.

Junto a los canales de Babilonia
nos sentamos a llorar con nostalgia de Sión;
en los sauces de sus orillas
colgábamos nuestras cítaras. R.

Allí los que nos deportaron nos invitaban a cantar;
nuestros opresores, a divertirlos:
«Cantadnos un cantar de Sión». R.

¡Cómo cantar un cántico del Señor
en tierra extranjera!
Si me olvido de ti, Jerusalén,
que se me paralice la mano derecha. R.

Que se me pegue la lengua al paladar
si no me acuerdo de ti,
si no pongo a Jerusalén
en la cumbre de mis alegrías. R. 

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 2, 4-10

Hermanos:

Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo —por pura gracia estáis salvados—, nos ha resucitado con Cristo Jesús y nos ha sentado en el cielo con él.

Así muestra a las edades futuras la inmensa riqueza de su gracia, su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.

Porque estáis salvados por su gracia y mediante la fe. Y no se debe a vosotros, sino que es un don de Dios; y tampoco se debe a las obras, para que nadie pueda presumir.

Pues somos obra suya. Nos ha creado en Cristo Jesús, para que nos dediquemos a las buenas obras, que él nos asignó para que las practicásemos.

Palabra de Dios. 

EVANGELIO

cruzLectura del santo evangelio según san Juan 3, 14-21


                                                                                  
“Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único”

                                                                        

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:

—«Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.

Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.

El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.

El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas.

Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras.

En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios».

Palabra del Señor.

martes, 9 de marzo de 2021

Domingo de Ramos - 28 de marzo de 2021

 

Lecturas Domingo de Ramos Ciclo B

   

Procesión de las palmas

EVANGELIO

cruzLectura del santo Evangelio según san Marcos 11, 1-10






Se acercaban a Jerusalén, por Betfagé y Betania, junto al monte de los Olivos, y Jesús mandó a dos de sus discípulos, diciéndoles:

—«Id a la aldea de enfrente y, en cuanto entréis, encontraréis un borrico atado, que nadie ha montado todavía. Desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta por qué lo hacéis, contestadle: “El Señor lo necesita y lo devolverá pronto”».

Fueron y encontraron el borrico en la calle, atado a una puerta, y lo soltaron. Algunos de los presentes les preguntaron:

—«¿Por qué tenéis que desatar el borrico?».

Ellos les contestaron como había dicho Jesús; y se lo permitieron.

Llevaron el borrico, le echaron encima sus mantos, y Jesús se montó. Muchos alfombraron el camino con sus mantos, otros con ramas cortadas en el campo. Los que iban delante y detrás gritaban:

—«Hosanna, bendito el que viene en nombre del Señor.

Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David.

¡Hosanna en el cielo!».

Palabra del Señor.

 

O bien

 

cruz

Lectura del santo Evangelio según san Juan 12, 12-16




En aquel tiempo, la multitud que había acudido a la fiesta, al oír que Jesús llegaba a Jerusalén, salió a recibirlo con ramos de palma, gritando:

—«¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor, el que es rey de Israel!».

Pero Jesús encontró un borriquillo y se montó en él, como estaba escrito:

«No temas, ciudad de Sión,
mira a tu rey que llega

montado en un borrico».

Sus discípulos no comprendieron esto a la primera, pero, cuando Jesús fue glorificado, se acordaron de que habían hecho con él lo que estaba escrito.

Palabra del Señor.

 

Santa Misa

La misa de este domingo tiene tres lecturas, y es muy recomendable que se lean las tres, a no ser que algún motivo pastoral aconseje lo contrario.

Dada la importancia de la lectura de la historia pasión del Señor, el sacerdote teniendo en cuenta la índole peculiar de cada asamblea en concreto, podrá leer, si es necesario, una sola de las dos lecturas que preceden al evangelio, o bien leer únicamente la historia de la pasión, incluso en su forma más breve.

Estas normas sólo tienen aplicación en las misas celebradas con la participación del pueblo. 

 

 PRIMERA LECTURA 

Lectura del libro de Isaías 50, 4-7



Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado,
para saber decir al abatido
por eso ofrecí el rostro como pedernal,
una palabra de aliento.

Cada mañana me espabila el oído,
para que escuche como los iniciados.

El Señor Dios me ha abierto el oído;
y yo no me he revelado ni me he echado atrás.
Ofrecí la espalda a los que me golpeaban,
la mejilla a los que mesaban mi barba.
No oculté el rostro a insultos y salivazos.

Mi Señor me ayudaba, por eso no quedaba confundido;
y sé que no quedaré avergonzado.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial: Salmo 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24 

R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Al verme se burlan de mí,
hacen visajes, menean la cabeza:
«Acudió al Señor, que lo ponga a salvo;
que lo libre si tanto lo quiere». R. 

Me acorrala una jauría de mastines,
me cerca una banda de malhechores;
me taladran las manos y los pies,
puedo contar mis huesos. R. 

Se reparten mi ropa,
echan a suerte mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía ven corriendo a ayudarme. R. 

Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.
Fieles del Señor, alabadlo;
linaje de Jacob, glorificadlo;
temedlo, linaje de Israel. R. 

 

SEGUNDA LECTURA

 

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 2, 6-11

Hermanos:

Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios;

al contrario, se despojó de su rango,
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.

Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y
una muerte de cruz.

Por eso Dios lo levantó sobre todo,
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;

de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
—en el cielo, en la tierra, en el abismo—,

y toda lengua proclame:
«¡Jesucristo es Señor!»,
para gloria de Dios Padre.

Palabra de Dios.

 

EVANGELIO

cruz

Lectura del santo evangelio según san Marcos 14, 1—15, 47

C. Faltaban dos días para la Pascua y los Ázimos. Los sumos sacerdotes y los escribas pretendían prender a Jesús a traición y darle muerte. Pero decían:

S.— «No durante las fiestas; podría amotinarse el pueblo».

Se ha adelantado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura

C. Estando Jesús en Betania, en casa de Simón, el leproso, sentado a la mesa, llegó una mujer con un frasco de perfume muy caro, de nardo puro; quebró el frasco y lo derramó en la cabeza de Jesús. Algunos comentaban indignados:

S. —«¿A qué viene este derroche de perfume? Se podía haber vendido por más de trescientos denarios para dárselo a los pobres».

C. Y regañaban a la mujer. Pero Jesús replicó:

cruz

—«Dejadla, ¿por qué la molestáis? Lo que ha hecho conmigo está bien. Porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros y podéis socorrerlos cuando queráis; pero a mí no me tenéis siempre. Ella ha hecho lo que podía: se ha adelantado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura. Os aseguro que, en cualquier parte del mundo donde se proclame el Evangelio, se recordará también lo que ha hecho ésta».

Prometieron dinero a Judas Iscariote

C. Judas Iscariote, uno de los Doce, se presentó a los sumos sacerdotes para entregarles a Jesús. Al oírlo, se alegraron y le prometieron dinero. Él andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.

¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?

C. El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos:

S. —«¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?».

C. Él envió a dos discípulos, diciéndoles:

cruz

—«Id a la cuidad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo y, en la casa en que entre, decidle al dueño: "El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?". Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena».

C. Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua.




Uno de vosotros me va a entregar: uno que está comiendo conmigo

C. Al atardecer fue él con los Doce. Estando a la mesa comiendo, dijo Jesús:

cruz

—«Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar: uno que está comiendo conmigo».

C. Ellos, consternados, empezaron a preguntarle uno tras otro:

S. —«¿Seré yo?».

C. Respondió:

cruz

—«Uno de los Doce, el que está mojando en la misma fuente que yo. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él; pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre!; ¡más le valdría no haber nacido!».

Esto es mi cuerpo. Ésta es mi sangre, sangre de la alianza

C. Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo:

cruz

—«Tomad, esto es mi cuerpo».

C. Cogiendo la copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos bebieron. Y les dijo:

cruz

—«Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios».

Antes que el gallo cante dos veces, me habrás negado tres

C. Después de cantar el salmo, salieron para el monte de los Olivos. Jesús les dijo:

cruz

—«Todos vais a caer, como está escrito: "Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas". Pero, cuando resucite, iré antes que vosotros a Galilea».

C. Pedro replicó:

S. —«Aunque todos caigan, yo no».

C. Jesús le contestó:

cruz

—«Te aseguro que tú hoy, esta noche, antes que el gallo cante dos veces, me habrás negado tres».

C. Pero él insistía:

S. —«Aunque tenga que morir contigo, no te negaré».

C. Y los demás decían lo mismo.

Empezó a sentir terror y angustia

C. Fueron a un huerto, que llaman Getsemaní, y dijo a sus discípulos:

cruz

—«Se aquí mientras voy a orar».

C. Se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, empezó a sentir terror y angustia, y les dijo:

cruz

—«Me muero de tristeza; quedaos aquí velando».

C. Y, adelantándose un poco, se postró en tierra pidiendo que, si era posible, se alejase de él aquella hora; y dijo:

cruz

—«¡Abba! (Padre), tú lo puedes todo; aparta de mí este cáliz. Pero no lo que yo quiero, sino lo que tú quieres».

C. Volvió y, al encontrarlos dormidos, dijo a Pedro:

cruz

—«Simón, ¿duermes?; ¿no has podido velar ni una hora? Velad y orad, para no caer en la tentación; el espíritu es decidido, pero la carne es débil».

C. De nuevo se apartó y oraba repitiendo las mismas palabras. Volvió, y los encontró otra vez dormidos, porque tenían los ojos cargados. Y no sabían qué contestarle. Volvió por tercera vez y les dijo:

cruz

—«Ya podéis dormir y descansar. ¡Basta! Ha llegado la hora; mirad que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega».

Prendedlo y conducidlo bien sujeto

C. Todavía estaba hablando, cuando se presentó Judas, uno de los Doce, y con él gente con espadas y palos, mandada por los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos. El traidor les había dado una contraseña, diciéndoles:

S. —«Al que yo bese, ése es; prendedlo y conducidlo bien sujeto».

C. Y en cuanto llegó, se acercó y le dijo:

S. —«¡Maestro!».

C. Y lo besó. Ellos le echaron mano y lo prendieron. Pero uno de los presentes, desenvainando la espada, de un golpe le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote. Jesús tomó la palabra y les dijo:

cruz

—«¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos, como a un bandido? A diario os estaba enseñando en el templo, y no me detuvisteis. Pero, que se cumplan las Escrituras».

C. Y todos lo abandonaron y huyeron. Lo iba siguiendo un muchacho, envuelto sólo en una sábana, y le echaron mano; pero él, soltando la sábana, se les escapó desnudo.

¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios bendito?




C. Condujeron a Jesús a casa del sumo sacerdote, y se reunieron todos los sumos sacerdotes y los ancianos y los escribas. Pedro lo fue siguiendo de lejos, hasta el interior del palacio del sumo sacerdote; y se sentó con los criados a la lumbre para calentarse. Los sumos sacerdotes y el Sanedrín en pleno buscaban un testimonio contra Jesús, para condenarlo a muerte; y no lo encontraban. Pues, aunque muchos daban falso testimonio contra él, los testimonios no concordaban. Y algunos, poniéndose en pie, daban testimonio contra él, diciendo:

S. —«Nosotros le hemos oído decir: "Yo destruiré este templo, edificado por hombres, y en tres días construiré otro no edificado por hombres"».

C. Pero ni en esto concordaban los testimonios. El sumo sacerdote se puso en pie en medio e interrogó a Jesús:

S. —«¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que levantan contra ti?».

C. Pero él callaba, sin dar respuesta. El sumo sacerdote lo interrogó de nuevo, preguntándole:

S. —«¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios bendito?...».

C. Jesús contestó:

cruz

—«Sí lo soy. Y veréis que el Hijo del hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso y que viene entre las nubes del cielo».

C. El sumo sacerdote se rasgó las vestiduras, diciendo:

S. —«¿Qué falta hacen más testigos? Habéis oído la blasfemia. ¿Qué decís?».

C. Y todos lo declararon reo de muerte. Algunos se pusieron a escupirle y, tapándole la cara, lo abofeteaban y le decían:

S. —«Haz de profeta».

C. Y los criados le daban bofetadas.

No conozco a este hombre que decís

C. Mientras Pedro estaba abajo en el patio, llegó una criada del sumo sacerdote y, al ver a Pedro calentándose, lo miró y dijo:

S. —«También tú andabas con Jesús, el Nazareno».

C. Él lo negó, diciendo:

S. —«Ni sé ni entiendo lo que quieres decir».

C. Salió fuera al zaguán, y un gallo cantó. La criada, al verlo, volvió a decir a los presentes:

S. —«Éste es uno de ellos».

C. Y él lo volvió a negar. Al poco rato, también los presentes dijeron a Pedro:

S. —«Seguro que eres uno de ellos, pues eres galileo».

C. Pero él se puso a echar maldiciones y a jurar:

S. —«No conozco a ese hombre que decís».

C. Y en seguida, por segunda vez, cantó un gallo. Pedro se acordó de las palabras que le había dicho Jesús: «Antes de que cante el gallo dos veces, me habrás negado tres», y rompió a llorar.

¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?

C. Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes, con los ancianos, los escribas y el Sanedrín en pleno, se reunieron, y, atando a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato. Pilato le pregunto:

S. —«¿Eres tú el rey de los judíos?».

C. Él respondió:

cruz

—«Tú lo dices».

C. Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas. Pilato pregunto de nuevo:

S. —«¿No contestas nada? Mira cuántos cargos presentan contra ti».

C. Jesús no contesto más; de modo que Pilato estaba muy extrañado. Por la fiesta solía soltarse un preso, el que le pidieran. Estaba en la cárcel un tal Barrabás, con los revoltosos que habían cometido un homicidio en la revuelta. La gente subió y empezó a pedir el indulto de costumbre. Pilato les contestó:

S. —«¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?».

C. Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia. Pero los sumos sacerdotes soliviantaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás. Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó:

S. —«¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos?».

C. Ellos gritaron de nuevo:

S. —«¡Crucifícalo!».

C. Pilato les dijo:

S. —«Pues, ¿qué mal ha hecho?».

C. Ellos gritaron más fuerte:

S.— «¡Crucifícalo!».

C. Y Pilato, queriendo dar gusto a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.

Le pusieron una corona de espinas, que habían trenzado

C. Los soldados se lo llevaron al interior del palacio —al pretorio— y reunieron a toda la compañía. Lo vistieron de púrpura, le pusieron una corona de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a hacerle el saludo:

S. —«¡Salve, rey de los judíos!».

C. Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las rodillas, se postraban ante él. Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacaron para crucificarlo.

Llevaron a Jesús al Gólgota y los crucificaron




C. Y a uno que pasaba, de vuelta del campo, a Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo, lo forzaron a llevar la cruz. Y llevaron a Jesús al Gólgota (que quiere decir lugar de «la Calavera»), y le ofrecieron vino con mirra; pero él no lo aceptó. Lo crucificaron y se repartieron sus ropas, echándolas a suerte, para ver lo que se llevaba cada uno. Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: «El rey de los judíos». Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda.

A otros ha salvado, y a sí mismo no se puede salvar

C. Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo:

S. —«¡Anda!, tú que destruías el templo y lo construías en tres días sálvate a ti mismo bajando de la cruz».

C. Los sumos sacerdotes con los escribas se burlaban también de él, diciendo:

S. —«A otros ha salvado, y a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos».

C. También los que estaban crucificados con él lo insultaban.

Jesús, dando un fuerte grito, expiró

C. Al llegar el mediodía, toda la región quedó en tinieblas hasta la media tarde. Y, a la media tarde, Jesús clamó con voz potente:

cruz

—«Eloí, Eloí, lamá sabktaní».

C. Que significa:

cruz

—«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?».

C. Algunos de los presentes, al oírlo, decían:

S. —«Mira, está llamando a Elías».

C. Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber, diciendo:

S. —«Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo».

C. Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró.

* Todos se arrodillan, y se hace una pausa.

C. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo:

S.—«Realmente este hombre era Hijo de Dios».

C. Había también unas mujeres que miraban desde lejos; entre ellas, María Magdalena, María, la madre de Santiago el Menor y de José, y Salomé, que, cuando él estaba en Galilea, lo seguían para atenderlo; y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén.

José rodó una piedra a la entrada del sepulcro




C. Al anochecer, como era el día de la Preparación, víspera del sábado, vino José de Arimatea, noble senador, que también aguardaba el reino de Dios; armándose de valor, se presentó ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato se extrañó de que hubiera muerto ya; y, llamando al centurión, le preguntó si hacía mucho tiempo que había muerto. Informado por el centurión, concedió el cadáver a José. Éste compró una sábana y, bajando a Jesús, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro, excavado en una roca, y rodó una piedra en la entrada del sepulcro. María Magdalena y María la de José observaban dónde lo ponían.

Palabra del Señor.