sábado, 5 de febrero de 2022

V Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo C- (6 de febrero de 2022).



Lecturas V Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo C, 6 de febrero de 2022


                                                         "Desde ahora serás pescador de hombres".

 PRIMERA LECTURA

Lectura del libro de Isaías 6, 1-2a. 3-8



El año de la muerte del rey Ozías, vi al Señor sentado sobre un trono alto y excelso: la orla de su manto llenaba el templo.

Y vi serafines en pie junto a él. Y se gritaban uno a otro, diciendo:

—«¡Santo, santo, santo, el Señor de los ejércitos, la tierra está llena de su gloria!».

Y temblaban los umbrales de las puertas al clamor de su voz, y el templo estaba lleno de humo.

Yo dije:

—«¡Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros, que habito en medio de un pueblo de labios impuros, he visto con mis ojos al Rey y Señor de los ejércitos».

Y voló hacia mí uno de los serafines, con un ascua en la mano, que había cogido del altar con unas tenazas; la aplicó a mi boca y me dijo:

—«Mira; esto ha tocado tus labios, ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado».

Entonces, escuché la voz del Señor, que decía:

—«¿A quién mandaré? ¿Quién irá por mí?».

Contesté:

—«Aquí estoy, mándame».

Palabra de Dios.

Salmo responsorial: Salmo 137, 1-2a. 2bc-3. 4-5. 7c-8

R. Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor.

Te doy gracias, Señor, de todo corazón;
delante de los ángeles tañeré para ti,
me postraré hacia tu santuario. R.

Daré gracias a tu nombre:
por tu misericordia y tu lealtad,
porque tu promesa supera a tu fama;
cuando te invoqué, me escuchaste,
acreciste el valor en mi alma. R.

Que te den gracias, Señor,
los reyes de la tierra,
al escuchar el oráculo de tu boca;
canten los caminos del Señor,
porque la gloria del Señor es grande. R.

Tu derecha me salva.
El Señor completará sus favores conmigo:
Señor, tu misericordia es eterna,
no abandones la obra de tus manos. R.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 15, 1-11




Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os proclamé y que vosotros aceptasteis, y en el que estáis fundados, y que os está salvando, si es que conserváis el Evangelio que os proclamé; de lo contrario, se ha malogrado vuestra adhesión a la fe.

Porque lo primero que yo os transmití, tal como lo había recibido, fue esto: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se le apareció a Cefas y más tarde a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos juntos, la mayoría de los cuales viven todavía, otros han muerto; después se le apareció a Santiago, después a todos los apóstoles; por último, se me apareció también a mí.

Porque yo soy el menor de los apóstoles y no soy digno de llamarme apóstol, porque he perseguido a la Iglesia de Dios.

Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no se ha frustrado en mí. Antes bien, he trabajado más que todos ellos. Aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios conmigo. Pues bien; tanto ellos como yo esto es lo que predicamos; esto es lo que habéis creído.

Palabra de Dios.

EVANGELIO

2 cruzLectura del santo evangelio según san Lucas 5, 1-11



En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes.

Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.

Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:

—«Rema mar adentro, y echad las redes para pescar».

Simón contestó:

—«Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes».

Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo:

—«Apártate de mí, Señor, que soy un pecador».

Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.

Jesús dijo a Simón:

—«No temas; desde ahora serás pescador de hombres».

Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.

Palabra del Señor.

¿CUALIDADES DE UNA AUTÉNTICA VOCACIÓN CRISTIANA?

1.– FIARSE DE JESÚS. Es el mismo Jesús el que provoca una situación poco lógica. Unos pescadores, entre los que se encontraba también Pedro, se han pasado toda la noche pescando y no han conseguido nada. La noche es el tiempo propicio para la pesca, Han hecho lo que razonablemente todo pescador hace. A la mañana siguiente (tiempo ya no propicio para pescar) el Señor invita   a Pedro a echar las redes en el mismo sitio. Pedro le podía haber dicho a Jesús: Maestro, en el arte de la pesca, soy un profesional. ¿Me vas a decir tú cual es la hora mejor para pescar? Sin embargo, Pedro echa las redes, de mañana, fiado de la Palabra del Señor. No se puede ser buen cristiano sin fiarse de Jesús. Sucede que en la vida normal, todos nos tenemos que fiar: nos fiamos del panadero, y a nadie se nos ocurre pensar que ha podido echar veneno en la harina. Lo mismo del que nos vende alimentos en un supermercado… Y nos fiamos del conductor del autobús, del piloto de un avión etc.  Nos estamos fiando de todo el mundo, ¿y vamos a desconfiar de Jesús? Pedro se fía: «en tu nombre echaré las redes”. Y el fiarse le fue bien. Como a Abrahán, como a Moisés, como a los profetas, como a María, la madre de Jesús.

2.– HUMILDAD. “APARTATE DE MI QUE SOY UN PECADOR” Ante la pesca milagrosa, San Pedro cae en la cuenta de que “ese hombre” es más que un hombre. Es Dios. Notemos que San Pedro está feliz con Jesús y no quiere separarse de Él. De  hecho, cuando algunos discípulos quieren dejar a Jesús, les pregunta: ¿También vosotros queréis marchar? Entonces Pedro, en nombre de ellos, le contesta: Maestro, ¿adónde iremos?  “Tú tienes palabras de vida eterna”. (Jn. 6, 68-69) Pedro no quiere irse de Jesús, pero se siente pequeño, pecador. Es como si le dijera: Señor, eres demasiado para mí y no merezco estar a tu lado. Esta admiración, este asombro ante Jesús que, además de ser hombre, es también Dios,   es totalmente necesario en nuestra vida espiritual si no queremos reducir a Jesús a un amigo, a un colega. Corremos el riesgo de hacernos una religión de bolsillo. Dios nos hizo a su imagen y semejanza; pero nunca el hombre puede hacer lo mismo con Dios. Debemos cultivar el sentido de humildad, de adoración, de veneración y asombro ante Él. Lo expresaba muy bien San Agustín:” Señor, ¿qué es eso que al mismo tiempo me enardece y me estremece? Eres Tú, Dios mío. Me enardece eso que tienes tan semejante a mí: eres hombre como yo; pero me estremece eso que tienes tan distinto a  mí. Eres Dios”.

3. – ¡NO TENGAS MIEDO! Jesús ha venido a quitar el miedo a Dios. Respeto, obediencia, veneración, sí. Pero miedo, no. Es precisamente Jesús el que  se ha dedicado por completo a decirnos que Dios es nuestro Padre. Un Padre maravilloso que quiere ser amado, pero no quiere ser temido. Un Dios  que nos quiere hijos, pero no esclavos. La mayor alegría de Jesús ha sido el poder comunicarnos cómo es ese Padre… Bondadoso, misericordioso, lleno de ternura.

4. – DESDE AHORA OS HARÉ PESCADORES DE HOMBRES. La mayoría de las personas que se van de este mundo se llevan la sensación de haber dejado la vida a medio hacer, o a medio llenar. Jesús ha venido a este mundo a que tengamos vida y vida en abundancia (Jn. 10,11). Todo el que no llene la vida plenamente de sentido será un frustrado. Y siempre se lamentará de lo que pudo haber sido y no lo fue. Jesús es el hombre perfecto, el ideal de hombre. Toda persona que quiera realizarse plenamente debe parecerse a Jesús. El evangelio es la mejor escuela de humanismo. . “Jesús revela el hombre al hombre” (G.S. 22).     

PREGUNTAS

1.- ¿De qué nos fiamos  más: de la libreta del Banco o de Jesús?

2-   ¿Alguna vez nos sentimos pequeños ante Dios?  ¿Cómo lo expresamos?

3.–  ¿Alguna vez tenemos miedo a Dios? ¿Cuándo?

4.- ¿ Nos parece una tarea apasionante ayudar  a la gente a crecer, a realizarse, a vivir en plenitud?  ¿Qué hacemos en concreto?




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