La cortesía: rostro del corazón
Estimados feligreses y a todas personas
que leáis estas líneas: Paz y Bien.
Feliz fiesta de San Francisco, que él
interceda por todos nosotros, por nuestras familias y comunidades, para que
Dios derrame sobre nosotros sus bendiciones y satisfaga todos nuestros anhelos.
San Francisco de Asís se distingue por
numerosas virtudes, con las que fue adornado por Dios. Se muestra pobre,
obediente, humilde, paciente, manso, sencillo, cortés y por otras virtudes, que
lo convierten en alguien único: en un hombre nuevo. Entre todas estas virtudes,
una es muy poco nombrada en el presente, tal vez porque nuestro mundo carece de
ella o brilla por su ausencia. Se trata de la cortesía, del ser cortés.
Basta asomarse a los medios de
comunicación, a Internet, a las redes sociales, pues en todos ellos abunda la
agresividad gestual, verbal, llegando incluso a las manos. El lenguaje soez,
las descalificaciones personales, los insultos, son en muchos casos una
constante, incluso, para nuestra vergüenza, en los medios digitales de carácter
católico. No reparamos en otros ámbitos públicos, porque es tan evidente que
provocan el sonrojo de cualquier ciudadano.
Precisamente ante este mal que nos asola,
viene Francisco de Asís a darnos un ejemplo para superarlo. De Francisco
podemos aprender a ser corteses unos con otros, manteniendo cada uno sus
propias opiniones, sin por ello dejar de respetar al otro.
La cortesía de Francisco nada tiene que
ver con guardar las formalidades sociales, las apariencias, para dar una imagen
conforme a los cánones culturales imperantes, o simplemente para busca agradar.
Incluso va más allá de la cordialidad,
amabilidad, afabilidad, delicadeza, elegancia y finura que distinguen a la
cortesía. En Francisco encontramos todos esos rasgos, con un fundamento
transcendental y con una finalidad que lleva más lejos de la buena educación y
lo que ésta persigue.
Francisco es cortés porque ha
experimentado la cortesía de Dios, y querrá serlo a la manera de Dios. En una
ocasión le dijo a un hermano: “Has de saber, hermano carísimo, que la cortesía
es una de las propiedades de Dios, que por cortesía da el sol y la lluvia a
buenos y malos. La cortesía es hermana de la caridad, que extingue el odio y
fomenta el amor”.
Así se comprende que, para Francisco la
cortesía es inseparable del amor; que la cortesía es el instrumento más eficaz
para derribar el odio. La cortesía nace del amor de Dios y del amor a Cristo,
que se difunde en el amor al prójimo. Así lo refleja su vida.
Sus escritos y sus biógrafos nos brindan
el retrato del Francisco cortés, que se distingue por ser acogedor, leal,
compasivo, manso, generoso, discreto, honrado, cariñoso y caritativo.
Estas notas caracterizan su cortesía: La
acogida con bondad de todo aquel que viene a ti, ya sea amigo o enemigo. La
fidelidad en lo prometido, a la vocación que has sido llamado en la Iglesia, en
el trabajo, en la profesión que se ejerce. La compasión se manifiesta en la
misericordia para con los pobres, enfermos, necesitados, pecadores. La
compasión que se traduce para con todos, incluidos los pecadores y los que nos
causan daño. Siguiendo las enseñanzas del Maestro: tratar a los demás cómo te
gustarían que te tratarán a ti.
La mansedumbre, cercana a la compasión y
a la bondad. La afabilidad, la dulzura suponen un gran dominio de sí mismo.
Francisco exhorta a sus hermanos: “sean apacibles, pacíficos y mesurados,
hablando a todos honestamente, según conviene”.
La liberalidad es la entrega generosa de
los propios bienes, cómo hizo después de su conversión. Ya antes mostró ser
generoso hasta el extremo. Tras convertirse se desprendió de todo para darlo a
los pobres, hasta el punto que llegó a experimentar la liberalidad de Dios y de
los hombres a través de la práctica de la limosna, que fortaleció su cortesía.
La discreción es otro rasgo de su
cortesía, que supone la prudencia, la paciencia, el respecto y la delicadeza en
las relaciones: expresiones de la misericordia, que evita tanto la indiferencia
y superficialidad, como la dureza en el trato con las personas.
El honor caracteriza a la cortesía porque
conduce a la humildad por amor a Dios y a los demás, a vivir aquello que se
dice con la boca o se predica, y a devolver todos los bienes a Dios a través
del servicio a los demás.
Por último y cómo cumbre: el amor. Francisco vive lo que recitaban las canciones
de la época: cuando el amor nace del corazón, expulsa cualquier tipo de bajeza
y miseria.
Francisco era incapaz de decir no, de
negar algo a quien le pidiera por amor de Dios, pues estaba tan lleno de amor y
reconciliado, que podía hablar con las criaturas no humanas y pedirles. Cómo
cuando le iban a cauterizar, le pide al hermano fuego que sea cortés con él,
pues lo había amado tanto por Dios.
Francisco vive la cortesía cómo
participación de la cortesía de Dios, siguiendo a Jesús en cuerpo y alma. Esto
se traduce en su acogida, bondad, delicadeza, generosidad, mansedumbre y amor
para con todos los hombres y todas las criaturas, cómo canta en el Cántico
del Hermano Sol.
La cortesía es el rostro del corazón. Dios
quiera, que el ejemplo de Francisco de Asís nos ayude a crecer como seres
humanos y como cristianos, para que seamos corteses unos con otros y
construyamos un mundo más pacífico y más justo, anticipo del Reino de Dios.
Feliz fiesta de San Francisco de Asís.
Vuestro párroco.
Fr. Miguel Ángel Lavilla Martín
Franciscano
Imagen de S. Francisco de Asís - Catedral de Bayona