Paz y Bien a todos los
que leáis estas letras. Ante el insoldable Misterio del desbordante amor de
Dios para con nosotros, que nos entrega a su propio Hijo, hecho niño, para
hacernos hijos suyos. Sólo cabe el estupor, la admiración, el agradecimiento y
la alabanza a Dios Padre, que desembocan en el servicio a los demás,
especialmente a los más débiles y necesitados. Precisamente por ello, este
tiempo de Navidad, muchas personas deberían ocupar nuestro pensamiento, nuestro
corazón y nuestra acción.
Entre tantas de estas
personas, este año, os invito a que tengáis muy presentes a todas aquellas que este
tiempo navideño les resulta doloroso, triste, o incluso agobiante, hasta el
punto de que llegan a desear que pase rápido, cuanto antes. Por diferentes
motivos: la pérdida o ausencia de algún ser querido, la soledad, la enfermedad
o la insatisfacción por no alcanzar: ya sea la paz interior, el entendimiento y
la comunión familiar, el éxito; ya sean otras metas o deseos tanto en el ámbito
personal, social o profesional.
A veces la mirada
idealizada del pasado, de la infancia, reforzada con una comprensión
distorsionada de la Navidad y de su significado, genera desasosiego y
frustración. Un complejo de causas interviene en esa vivencia mudada de la
Navidad, no es la ocasión para entrar en su análisis.
Sería bueno que
revisáramos nuestra imagen y experiencia de la Navidad, sí se ajusta a su
genuino sentido: la celebración de la encarnación y nacimiento del Hijo de
Dios, nuestro Salvador. Y a la vez, que acompañásemos a las personas que les
resulta amarga la Navidad, con nuestra oración y presencia, si acceden a ello.
Los cristianos somos pregoneros de este Niño, Príncipe de la paz, que nace por
y para nosotros; para que, con nuestra mirada, gestos, palabras y acciones,
transmitamos su paz, esperanza y alegría: ya nadie está solo. Dios está con
nosotros y camina a nuestro lado, llevándonos de la mano, aunque no lo veamos o
nos cueste reconocerlo más de una vez.
¡Feliz y santa Navidad! Y
un Año Nuevo repleto de bendiciones, especialmente de aquellas que más
necesitamos o anhelamos.
Vuestro párroco,
Fray Miguel Ángel Lavilla


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