domingo, 1 de diciembre de 2024

VIGILIA CON MOTIVO DE LA FESTIVIDAD DE LA INMACULADA 2024.

       



       

    Comienza el mes de diciembre, un mes de celebración con el que comienza el Tiempo de Adviento, como antesala de la Navidad, y en el que celebramos también el próximo 8 de diciembre la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de María, y cuyo lema este año es “María abre el camino de la Esperanza”.

     La Solemnidad de la Inmaculada Concepción de María es la solemnidad en la que se conmemora el dogma proclamado en 1854 por el Papa Pío IX, y que sostiene que María, la madre de Jesús, por una gracia especial de Dios, fue preservada de todo pecado desde el mismo momento de su concepción. Esta solemnidad llega en el inicio del Adviento, marcando el comienzo de nuestra preparación espiritual para recibir a Jesús en nuestros corazones.

     Con motivo de la Solemnidad de la Inmaculada Concepción, el próximo 7 de diciembre os invitamos a celebrar y participar en la Vigilia de la Inmaculada, que este año se celebrará en nuestra Vicaría.

      La Vigilia de la Inmaculada, nos invita a la oración para reforzar la esperanza y vivir el Adviento.

 

¡OS INVITAMOS A ACUDIR Y A ACOMPAÑARNOS EN LA ORACIÓN!




miércoles, 2 de octubre de 2024

Mensaje de Paz con Motivo de la Fiesta de San Francisco de Asís de Fr. Miguel Angel Lavilla

 


La paz: Una urgencia

Así lo grita nuestro mundo lacerado por las guerras y por todo género de violencia. San Francisco de Asís es un hombre pacífico, un pregonero y un trabajador incansable de la paz. Seguidor de Jesús y de su evangelio, desea vivir con todas sus fuerzas el espíritu de las bienaventuranzas y el encargo de Jesús a los apóstoles de anunciar la paz, signo de la presencia de su Reino.

“Dichosos los pacíficos, porque serán llamados hijos de Dios” (Mt 5,9). San Francisco lo comenta: “Son verdaderamente pacíficos aquellos que, en medio de todas las cosas que padecen en este mundo, conservan la paz en su alma y en su cuerpo, por el amor de nuestro Señor Jesucristo” (Admonición 15). Para Francisco sólo desde una disposición interior que se hace cargo de las circunstancias, especialmente las adversas, puede acogerse el don de la paz del Crucificado, y llegar a ser verdaderamente pacíficos. Así, el ser pacíficos supone el amor, la paciencia, el perdón, la misericordia, ante el sufrimiento y la violencia padecidos, a ejemplo de Cristo. Esta convicción de Francisco se plasma en su intervención para restablecer la paz entre el alcalde y el obispo de Asís. Al igual que también trató de poner paz entre las gentes de Perusa, Arezzo, Bolonia y otros lugares. El caso de Asís lo indujo a añadir una estrofa al Cántico de las criaturas: “Loado seas, mi Señor, por los que perdonan por tu amor, y soportan la enfermedad y la tribulación. Dichosos aquellos que las soportarán en paz, pues por ti, Altísimo, coronados serán” (Cántico 10-11).

Es decir, la paz sólo puede alcanzarse desde la reconciliación que pasa por el perdón.

San Francisco siempre que predicaba, antes de proponer la palabra de Dios a los presentes, les deseaba la paz con este saludo: “El Señor os de la paz”. Y a sus compañeros les insistía que debían ir por el mundo de manera pacífica. Les enseñaba a decir primero en cualquier casa que entrasen: “paz a esta casa”. Este saludo es más que una fórmula de cortesía, constituye el fiel reflejo de la manera de ser y de estar de Francisco y sus hermanos en medio de la gente. Por este motivo Francisco les insistía: “Que la paz que anunciáis de palabra, la tengáis, y en mayor medida, en vuestros corazones. Que ninguno se vea provocado por vosotros a ira o escándalo, sino que por vuestra mansedumbre todos sean inducidos a la paz, a la benignidad y a la concordia.”

Según esta advertencia, solo puede anunciarse la paz que se tiene en el corazón. Sin la paz interior de nada sirve anunciar la paz, ni trabajar por ella. Resulta estéril.

San Francisco estaba muy convencido, según cuenta en su Testamento, que el anuncio de la paz es la misión que le ha encargado el mismo Señor desde el inicio de su conversión: “El Señor me reveló que dijésemos este saludo: El Señor te de la paz” (Testamento 23). 

Por tanto, este anuncio de la paz, aparejado de manera indisoluble a la manera de comportarse de manera pacífica, es la puesta en práctica de una inspiración divina personal, que se amolda al seguimiento del mandato de Jesús a los apóstoles. Forma parte del corazón de la forma de vida de San Francisco y sus hermanos.

Seguro que, si escuchamos a San Francisco y repasamos su vida, podremos sacar criterios prácticos para aplicarlos en nuestro tiempo a la hora de buscar la paz, siempre que lo hagamos con sinceridad o pureza de corazón, porque él nos lleva a la raíz del asunto.

Tal vez algún lector eche de menos una alusión a la famosa oración Haz de mi un instrumento de tu paz”. Sin ánimo de defraudar a nadie, se trata de una plegaria atribuida a Francisco que, aunque se acomoda muy bien a su espíritu, no la compuso él. Lo que no impide que se siga rezando, todo lo contrario, pues traduce sus vivencias a un lenguaje más cercano al nuestro.

Y a propósito de oración: la paz es un don de Dios y tarea del hombre, que debemos buscar y correr tras ella, como dice el salmista. Más aún, Dios nos ha reconciliado por medio de Cristo. En el momento presente urge pedir a Dios por la paz entre las naciones, entre las personas, y en los corazones de cada uno; para que nuestros esfuerzos y trabajos por la paz no resulten vanos.

En la fiesta de San Francisco: Paz y bien a todos.

Fr. Miguel Ángel Lavilla Martín


domingo, 15 de septiembre de 2024

                         



                           8º Centenario (1224-2024)


El próximo día 17 de septiembre, la familia franciscana celebrará la fiesta de la impresión de las llagas de Nuestro Padre San Francisco. Desde su conversión a Dios, san Francisco profesó una grandísima devoción a los misterios de la pasión del Señor, y no cesó de meditar y de predicar, con su vida y su palabra, a Cristo crucificado.


BREVE EXPLICACION

En septiembre de 1224, dos años antes de su muerte, se retiró al monte Alverna para consagrarse totalmente a la oración y la penitencia, y un día, mientras estaba sumido en contemplación, el Señor Jesús imprimió en su cuerpo -manos, pies y costado- los estigmas de su pasión. Le sangraban, le causaban grandes sufrimientos y le dificultaban su vida y actividades, pero no cesó de viajar y predicar mientras sus fuerzas se lo permitieron. En vida del Santo, sus compañeros más cercanos pudieron ver las llagas de manos y pies, y a partir de su muerte todos pudieron contemplar también la llaga del costado. Benedicto XI concedió a la Orden franciscana celebrar cada año la memoria de este hecho, probado por testimonios fidedignos.- 

¡OS INVITAMOS A PARTICIPAR DE ESTA CELEBRACIÓN!