“¿POR QUÉ BUSCÁIS ENTRE
LOS MUERTOS AL QUE VIVE?
NO ESTÁ AQUÍ, HA
RESUCITADO” (Lc. 24, 5-6)
Estimados hermanos: Paz y Bien.
El miércoles de Ceniza comenzábamos el tiempo
de Cuaresma, tiempo que nos conduce a la GRAN
FIESTA DE LA PASCUA.
Nadie pensábamos que esta Cuaresma tenía que ser distinta a
las que hemos vivido hasta hoy.
Sin esperar de repente nos hemos vistos metidos
de lleno con la pandemia del Coronavirus
que nos hace cambiar la vida en radicalidad, sin apenas poder reaccionar, nos
vemos confinados en casa, sin poder salir a la calle, solo lo preciso y
necesario.
No hay colegio, los niños en casa, muchas
tiendas, bares, restaurantes, hoteles… cerrados a cal y canto.
Sólo los supermercados y tiendas de
alimentación, farmacias, gasolineras y poco más permanecen abiertos.
Hospitales desbordados, el personal sanitario
que no da abasto, militares, policías, UME, Protección Civil y un montón de
voluntarios que están aportando su granito de arena, cosiendo y fabricando
mascarillas y tantas personas que de forma callada están ayudando a sus vecinos
como llevándoles la compra a casa para que las personas mayores no salgan a la
calle, sacerdotes que, en la medida que las circunstancias se lo permiten,
están danto una palabra de aliento y esperanza…
En estos días hemos escuchado y seguramente
pensado de todo.
Viene a mi mente
las palabras que escuchábamos en el Libro
del Éxodo, cuando el pueblo de Israel está pasando
calamidades por el desierto: “Está o no está el Señor con nosotros” (Ex.
17, 7).
¿Por qué permite
el Señor tanto sufrimiento, tanto dolor, tanta muerte?
¿Por qué tenemos
que vivir esta situación?
Nos vemos débiles, indefensos e impotentes
ante tanto contagio, sufrimiento, muerte.
No encontramos fácilmente respuesta a tantas
preguntas.
El cristiano sabe que Dios siempre habla en
los acontecimientos de nuestra historia personal y colectiva.
Un cristiano se pregunta; ¿Qué quiere el Señor
de nosotros con todo lo que está sucediendo?
En muchas ocasiones el mundo, nosotros nos
hemos apartado de la presencia de Dios.
El sigue presente en nosotros, camina con
nosotros, ¿Somos capaces de reconocer su ternura, su amor misericordioso, su
rosto paterno en cada uno de los que tenemos al lado?, ¿somos capaces de
reconocerlo en tantos y tantos cirineos que han aparecido estos días? Médicos,
enfermeras, camilleros, personal de limpieza en los hospitales, militares y
policías desinfectando calles, residencias, hospitales, tantas personas que de
forma anónima están dando la vida por los demás.
Dios sigue
manifestándose en el rostro doliente del enfermo que está luchando entre la
vida y la muerte en cualquier UCI, en cualquier anciano que está aislado en
cualquier residencia de ancianos. Está presente en la enfermera que sabe llevar
una sonrisa o una palabra de aliento a ese enfermo que necesita que alguien le
recuerde que vale la pena luchar por la vida.
La Cuaresma termina con el Triduo Pascual, donde se nos invita a
celebrar los momentos más importantes de la vida de Jesús, su pasión, muerte y
resurrección. Nos lleva a vivir con esperanza y alegría y a celebrar que la
vida que no termina con la muerte, que Cristo ha salido victorioso del
sepulcro, que ha vencido la muerte, que está vivo y la muerte no tiene dominio
sobre Él. Por eso poder pedir al Señor en estos días de la Semana Santa aunque
estemos en casa confinados, poder participar de la Vida, la Esperanza y la
alegría que nos trae la Resurrección de Cristo.
Podamos escuchar con gozo las palabras del
Angel; “¿Por qué buscáis entre los
muertos al que vive, no está aquí. Ha resucitado. Mirad el sitio donde lo
pusieron” (Lc. 24, 5-6)
Pidamos al señor que nos de el don de
la confianza en el y que nos ayude ser humildes, para entrar en su pascua.
Fr. J. Jordi Escrivá,
ofm
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