viernes, 11 de diciembre de 2020

Una mañana fría de Diciembre... Siempre en nuestro Recuerdo...




 Una mañana fría de Diciembre


Hoy 11 de diciembre, queremos echar la vista atrás.

 

Parece que fue ayer pero solamente han pasado 33 años, desde que una mañana fría del mes de diciembre, un día como hoy a las 6:10 horas de la mañana, un enorme estruendo recorrió y alteró la tranquilidad tanto de nuestro querido y humilde barrio, como a nuestro vecino  barrio de la Jota, hasta el punto de encoger nuestros corazones, puesto que nada hacía suponer la enorme tragedia que acababa de acontecer, y que a trece días de la celebración de las fiestas navideñas, en las que se conmemora el nacimiento del niño Jesús, en un pobre pesebre, envuelto en pañales y entre un buey y una mula, acabó destrozando la vida de muchas familias, que vivían en el lugar donde se produjo infame y condenable masacre que acabó con el futuro de buenas gentes, todas ellas pertenecientes a la Guardia Civil, y que vivían con sus familias en el lugar del suceso, entre adultos, y niñas y un joven adolescente que tenían todo un futuro por delante, por culpa de la sinrazón injustificada de la violencia, dejando familias rotas de dolor por la pérdida de sus seres queridos, y entre ellos la pequeña Silvia de 6 años, una pequeña niña que era alumna de nuestro humilde colegio, y que esa mañana junto a su padre ya no se despertó para acudir al colegio junto a sus compañeros de clase y de juegos.

 

Fue una mañana fría, en la cual en seguida los barrios afectados por la tragedia y el resto de la ciudadanía, con la luz del día, empezó a ser consciente de la magnitud del suceso que acababa de acontecer, dando paso del silencio y el latido al unísono de nuestros corazones,  al sonido de las sirenas de ambulancias y camiones de bomberos que comenzaron a sonar para dirigirse al lugar de los hechos, para intentar que tragedia que acababa de acontecer, no se convirtiera en una masacre de mayor magnitud a la que ya estaba siendo, puesto que fue una jornada complicada y dolorosa, entre los escombros del cuartel donde vivían estas nobles y humildes familias que nos acompañaría durante varios días, y los cristales rotos, puertas destrozadas, techos caídos, tareas de limpieza y desescombro tanto en el lugar de los hechos, como en los edificios que se encontraban cercanos y que resultaron también dañados por la onda expansiva del artefacto que aquella mañana fría de diciembre, acababa de truncar la vida de varias familias.


         Como debió de ser la magnitud de la explosión, que hasta nuestra humilde iglesia, también resultó afectada, con cristales rotos y caída de parte del techo de la capilla, y podemos dar gracias, que no sucediera más tarde, aunque no tiene justificación alguna, si no hubiésemos estado lamentando que la tragedia aún fuera de mayor magnitud.

 

Fueron sin duda días tristes, difíciles y complicados y muy difíciles de olvidar, puesto que era difícil de imaginar que daño podían haber hecho todas las personas que convivían en el lugar del suceso, cuando una mañana fría de diciembre cuando aún no había amanecido, vieron truncadas sus vidas y otras sufrieron daños físicos y psicológicos.

 

Aún sigue en nuestro recuerdo las muestras de cariño, de apoyo y solidaridad que nos caracteriza, de vecinos bajando mantas, los bares de la zona dando bebidas calientes... etc. y  que durante ese día y los siguientes, que la ciudadanía mostró a todos los afectados, así como esa tarde fría del 15 de diciembre de hace 33 años, cuando nuestra humilde iglesia se quedó completamente pequeña para acoger y celebrar una misa en recuerdo tanto de la pequeña Silvia y su padre, como del resto de las víctimas.

 

33 años después, siguen estando en nuestros recuerdos, nuestros corazones, y en nuestras oraciones y con la esperanza de un mundo mejor, y sin violencia.




(Texto de la carta, transcrito del original repartido
entre las familias del colegio 
el 14 de diciembre de 1987)

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