viernes, 10 de septiembre de 2021

XXIV Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo B - 12 de Septiembre de 2021,

 

Lecturas XXIV Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo B


 


PRIMERA LECTURA 

Lectura del libro de Isaías 50, 5-9a






El Señor me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me aplastaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. 

El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado. 

Tengo cerca a mi defensor, ¿quién pleiteará contra mí? Comparezcamos juntos. ¿Quién tiene algo contra mí? Que se me acerque. 

Mirad, el Señor me ayuda, ¿quién me condenará?

Palabra de Dios. 

Salmo responsorial: Salmo 114, 1-2. 3-4. 5-6. 8-9 

R. Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.O bien:

Amo al Señor, porque escucha
mi voz suplicante,
porque inclina su oído hacia mí
el día que lo invoco. R.

Me envolvían redes de muerte,
me alcanzaron los lazos del abismo,
caí en tristeza y angustia.
Invoqué el nombre el Señor,
«Señor, salva mi vida». R.

El Señor es benigno y justo,
nuestro Dios es compasivo;
el Señor guarda a los sencillos:
estando yo sin fuerzas, me salvó R.

Arrancó mi alma de la muerte,
mis ojos de las lágrimas,
mis pies de la caída.
Caminaré en presencia del Señor
en el país de la vida. R. 

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta del apóstol Santiago 2, 14-18




¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Es que esa fe lo podrá salvar?

Supongamos que un hermano o una hermana andan sin ropa y faltos de alimento diario, y que uno de vosotros les dice: «Dios os ampare; abrigaos y llenaos el estómago», y no le dais lo necesario para el cuerpo; ¿de qué sirve?

Esto pasa con la fe: si no tiene obras, por sí sola está muerta.

Alguno dirá: «Tú tienes fe, y yo tengo obras. Enséñame tu fe sin obras, y yo, por las obras, te probaré mi fe».

Palabra de Dios. 

EVANGELIO

cruzLectura del santo evangelio según san Marcos 8, 27-35


(El que quiera seguirme… que cargue con su cruz)


En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesárea de Felipe; por el camino, preguntó a sus discípulos:

—«¿Quién dice la gente que soy yo?».

Ellos le contestaron:

—«Unos, Juan Bautista; otros, Elías; y otros, uno de los profetas».

Él les preguntó:

—«Y vosotros, ¿quién decís que soy?».

Pedro le contestó:

—«Tú eres el Mesías».

Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie.

Y empezó a instruirlos:

—«El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días».

Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Jesús se volvió y, de cara a los discípulos, increpó a Pedro:

—«¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!».

Después llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo:

—«El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará».

Palabra del Señor. 

REFLEXIÓN

Desde el momento en que Jesús se hace presente en su vida pública comienzan las preguntas sobre Jesús. ¿Quién es éste? ¿Qué es esto? ¿Qué pasa aquí?

Jesús es alguien que levanta preguntas. Su vida, su persona, su doctrina causan extrañeza y no deja a nadie indiferente. Por otra parte, a la pregunta de quién es Jesús, el mismo evangelista va a dar respuestas desde distintos personajes. Y aquí habrá de todo: respuesta falsa, respuesta insuficiente, respuesta auténtica.

1.– Respuesta falsa: El joven rico: Mc. 10,17-23. Se trata de un hombre bueno. No se ha enriquecido injustamente. No ha sido un corrupto. Incluso ha guardado los mandamientos desde su juventud. Tanto es así que “Jesús le mira con cariño”. Jesús se entusiasma, se encuentra con un hombre con posibilidades y se atreve a hacerle una invitación a seguirle: “una cosa te falta: vende lo que tienes, dalo a los pobres, luego ven y sígueme”. Ante estas palabras, frunció el ceño y se marchó triste porque poseía muchos bienes.  El que sigue a Jesús no necesita más que a Jesús. Él es su riqueza, su tesoro y la razón de su vida. Al joven aquel le faltó decisión. Se quedó con toda su fortuna, pero «se quedó triste». Comprendió que si hasta ahora el dinero le había hecho feliz, desde ahora ya no. Había perdido la gran oportunidad de su vida: seguir a Jesús. No se puede seguir a Jesús teniendo el corazón atado a la riqueza.

2.– Respuesta insuficiente. Pedro (Mc 8, 27-30). San Pedro toma la palabra y quiere hablar en nombre del grupo. Contesta enfáticamente: «Tú eres el Mesías» Aparentemente parece que Pedro ha dado en el clavo, ha dado la respuesta que quería Jesús. Pero sólo aparentemente porque, cuando Jesús le explica el tipo de Mesías que Él encarna, es decir, un Mesías que va a sufrir mucho y lo van a matar, Pedro lo toma aparte y le increpa para que no acepte ser un Mesías que debe padecer y morir. Y es entonces cuando Jesús va a decir a Pedro una de las frases más duras de todo el evangelio: «Apártate de mi vista, Satanás» Al pie de la letra significa: «Ponte detrás de mí». El camino lo marco yo y no tú.

3.– Respuesta auténtica:  El ciego de nacimiento (Mc 10, 46-52). Un ciego es alguien que no ha podido estudiar ni aprender. Alguien que está en la oscuridad y no puede caminar. Por eso «estaba sentado junto al camino» A éste, Jesús le va a abrir los ojos y le va a enseñar el verdadero camino. El camino de Jesús sólo lo puede recorrer aquel que es iluminado por Jesús. El seguimiento de Jesús en este ciego tiene unas características especiales:

“Arrojó el manto».  El manto es lo único que tiene. Aquello que lleva el pobre para protegerse del frío en las noches. Y, sin embargo, lo arroja. Se ha encontrado con Jesús y ya no necesita nada. Es lo contrario del joven rico.

Dio un salto». Esel salto de gozo, de júbilo, de entusiasmo, al encontrarse con Jesús. Es lo contrario de la vulgaridad y mediocridad de los discípulos que siguen a Jesús de mala gana, sin entusiasmo, sin alegría, sólo preocupados por los primeros puestos, por ser los importantes.

“Y siguió a Jesús por el camino». Y el camino conducía a Jerusalén donde Jesús iba a encontrarse con la Cruz y con la muerte. Un hombre que acaba de ser curado de la vista no tiene tiempo para ir a su casa y comunicarlo a los familiares y amigos. El que sigue a Jesús no quiere ver a nadie más que a Jesús y así acompañarle en el camino, un camino que ciertamente le lleva a la cruz y a la muerte, pero que no termina en la muerte sino en la Resurrección.

PREGUNTAS

1.– El joven rico se quedó “triste”. Jesús no le quitó nada, pero perdió la gran oportunidad de su vida. ¿Se puede ser feliz sin Jesús?

2.- ¿Soy un cristiano de buenas palabras? ¿Me escandalizo de la Cruz de Cristo?

3.- ¿Sigo a Jesús con desprendimiento, con alegría, con decisión de cumplir su voluntad?

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