jueves, 30 de septiembre de 2021

XXVII Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo B - 3 de Octubre de 2021.

 



Lecturas XXVII Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo B

  


PRIMERA LECTURA 

Lectura del libro del Génesis 2, 18-24




El Señor Dios se dijo:

—«No está bien que el hombre esté solo; voy a hacerle alguien como él que le ayude».

Entonces el Señor Dios modeló de arcilla todas las bestias del campo y todos los pájaros del cielo y se los presentó al hombre, para ver qué nombre les ponía. Y cada ser vivo llevaría el nombre que el hombre le pusiera.

Así, el hombre puso nombre a todos los animales domésticos, a los pájaros del cielo y a las bestias del campo; pero no encontraba ninguno como él que lo ayudase.

Entonces el Señor Dios dejó caer sobre el hombre un letargo, y el hombre se durmió. Le sacó una costilla y le cerró el sitio con carne.

Y el Señor Dios trabajó la costilla que le había sacado al hombre, haciendo una mujer, y se la presento al hombre.

El hombre dijo:

—«¡Ésta es hueso de mis huesos y carne de mi carne!

Su nombre será Mujer, porque ha salido del hombre.

Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne».

Palabra de Dios. 

Salmo responsorial: Salmo 127, 1-2. 3. 4-5. 6 

R. Que el Señor nos bendiga todos los días de nuestra vida. 

Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos.
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien. R. 

Tu mujer, como parra fecunda,
en medio de tu casa;
tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa. R. 

Ésta es la bendición del hombre,
que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida. R. 

Que veas a los hijos de tus hijos.
¡Paz a Israel! R.  

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta a los Hebreos 2, 9-11




Hermanos:

Al que Dios había hecho un poco inferior a los ángeles, a Jesús, lo vemos ahora coronado de gloria y honor por su pasión y muerte.

Así, por la gracia de Dios, ha padecido la muerte para bien de todos.

Dios, para quien y por quien existe todo, juzgó conveniente, para llevar a una multitud de hijos a la gloria, perfeccionar y consagrar con sufrimientos al guía de su salvación.

El santificador y los santificados proceden todos del mismo.

Por eso no se avergüenza de llamarlos hermanos.

Palabra de Dios. 

EVANGELIO

cruzLectura del santo evangelio según san Marcos 10, 2-16                                

                                                                                                                                                                                                                                            "Dejad que los niños se acerquen a mí"             "Lo que Dios a unido, que no lo separe el                                                                                                                          hombre"
                                           



En aquel tiempo, se acercaron unos fariseos y le preguntaron a Jesús, para ponerlo a prueba:

—«¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?».

Él les replicó:

—«¿Qué os ha mandado Moisés?».

Contestaron:

—«Moisés permitió divorciarse, dándole a la mujer un acta de repudio».

Jesús les dijo:

—«Por vuestra terquedad dejó escrito Moisés este precepto. Al principio de la creación Dios "los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne". De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre».

En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo.

Él les dijo:

—«Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio».

Le acercaban niños para que los tocara, pero los discípulos les regañaban.

Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo:

—«Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los que son como ellos es el reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él».

Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos.

Palabra del Señor. 

REFLEXIÓN

1.– LA PREGUNTA DE LOS FARISEOS.

Los fariseos y los judíos en general daban por hecho que los varones tenían derecho a separarse de sus esposas. Se apoyaban en la misma ley de Moisés que decía:” «Si resulta que la mujer no halla gracia a los ojos del varón porque descubre en ella “algo vergonzoso”, le redactará un libelo de repudio, se lo pondrá en la mano y la despedirá de su casa» (Dt. 24,1). Por eso, aquí se trata no del hecho sino del modo de hacerlo. Así lo explicita Mateo:” ¿Puede un hombre repudiar a su mujer por cualquier causa? (Mt. 19, 3). Y había dos escuelas de interpretación: Según Shamai (la más estricta) sólo se podía repudiar en caso de adulterio; según los seguidores de Hillel (de manga ancha) bastaba encontrar en la esposa «algo desagradable». Y ese “algo” era cualquier motivo.  Mientras los doctos varones discutían, las mujeres no podían ni alzar su voz para defender sus derechos. Y Jesús se indigna de esta manera tan machista de interpretar la ley. Mientras que el hombre es “sujeto de derechos”, la mujer es sólo “objeto de injusticias”.  

2.– LA INTELIGENTE Y DESCONCERTANTE RESPUESTA DE JESUS.

Que Jesús no está de acuerdo con ese planteamiento, lo descubrimos en el mismo evangelio de Marcos, escrito para gente venida del paganismo. “Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio”.  Aquí ya “se equipara la mujer al varón”.  Pero Jesús va más lejos. Si el repudio está en la Ley, es por la «dureza de corazón» de los varones y su actitud machista, pero el proyecto original de Dios no fue un matrimonio patriarcal. Dios creó al varón y a la mujer para que fueran «una sola carne». Por eso, «lo que Dios ha unido, que no lo separe el varón». Notemos que el libro del Génesis nos habla de la creación de Eva, después de someter a Adán a una experiencia terrible de soledad. Tanto es así que a Dios le dio lástima: “No es bueno que el hombre se sienta tan solo”. Voy a darle una compañera que le arranque de esa soledad existencial. Y lo hizo a través de un sueño profundo de Adán. Un Adán dormido no podrá nunca presumir de haber intervenido en nada en la creación de Eva. Ésta es “puro regalo de Dios para él”. Y así lo expresó en aquel grito entusiasta:  «Esto sí que es carne de mi carne y hueso de mis huesos” (Gn.2,23).  A ese Proyecto inicial, a ese idilio, a esa sorpresa permanente, a ese éxtasis divino, quiere reconducir el Señor el matrimonio, es decir, “al gozo del amor” (Amoris Laetitia).

3.- ¿QUÉ HACER HOY CON LOS QUE TODAVIA HOY TIENEN EL CORAZÓN ENDURECIDO?

Dios nos hizo libres. Tenemos la inmensa suerte de poder decir a Dios que “sí” y la terrible desgracia de decirle que “no”. Ese mismo Adán que se deshacía en elogios ante la presencia de su mujer, él mismo le acusa. Y allí, en el mismo Paraíso, comienzan ya los primeros conflictos matrimoniales. ¿Abandonará Dios definitivamente a la primera pareja?  Después de un diluvio de pecados, todavía aparecerá sobre la tierra, a manera de anillo nupcial, la maravilla del “Arco Iris” donde los colores se respetan mutuamente, se abrazan sin invadirse, y hacen posible esa maravilla. Y si algo falla por parte del hombre, Dios jamás va en contra de las obras que ha creado. Nunca quiere el fracaso definitivo.   “A veces nos cuesta mucho dar lugar en la pastoral al amor incondicional de Dios. Ponemos tantas condiciones a la misericordia que la vaciamos de sentido concreto y de significación real, y esa es la peor manera de licuar el Evangelio” (AL 311).

PREGUNTAS

1.- ¿Estamos convencidos de que el “machismo” va contra el proyecto de Dios Creador?  ¿Qué hacemos por superarlo?

2.- ¿Estamos convencidos de que sólo la belleza del amor auténtico puede salvar el matrimonio?

3.- ¿Somos duros con los que tienen el corazón endurecido? ¿Qué podemos hacer para cambiar ese corazón de piedra en un corazón de carne, capaz de amar?

En nuestras manos está cambiar todo,  mejorar el mundo,  ser tolerantes, y tener respeto con todos nuestros semejantes.


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