viernes, 8 de octubre de 2021

XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo B - 10 de Octubre de 2021

 


Lecturas XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo B

  

PRIMERA LECTURA 

Lectura del libro de la Sabiduría 7, 7-11





Supliqué, y se me concedió la prudencia;
invoqué, y vino a mí el espíritu de sabiduría.

La preferí a cetros y tronos,
y, en su comparación, tuve en nada la riqueza.

No le equiparé la piedra más preciosa,
porque todo el oro, a su lado, es un poco de arena,
y, junto a ella, la plata vale lo que el barro.

La quise más que la salud y la belleza,
y me propuse tenerla por luz,
porque su resplandor no tiene ocaso.

Con ella me vieron todos los bienes juntos,
en sus manos había riquezas incontables.

Palabra de Dios.

 

Salmo responsorial: Salmo 89, 12-13.14-15. 16-17

R. Sácianos de tu misericordia, Señor. Y toda nuestra vida será alegría.

Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?
Ten compasión de tus siervos. R. 

Por la mañana sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Dános alegría, por los días en que nos afligiste,
por los años en que sufrimos desdichas. R. 

Que tus siervos vean tu acción,
y sus hijos tu gloria.
Baje a nosotros la bondad del Señor
y haga prosperas la obras de nuestras manos. R.  

SEGUNDA LECTURA

La palabra de Dios juzga los deseos e intenciones del corazón

Lectura de la carta a los Hebreos 4, 12-13


La palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo, penetrante hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos. Juzga los deseos e intenciones del corazón.

No hay criatura que escape a su mirada. Todo está patente y descubierto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas.

Palabra de Dios. 

EVANGELIO

cruzLectura del santo evangelio según san Marcos 10, 17-30






En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le preguntó:

—«Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?».

Jesús le contestó:

—«¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios.

Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre».

Él replico:

—«Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño».

Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo:

—«Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme».

A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico.

Jesús mirando alrededor, dijo a sus discípulos:

—«¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el reino de Dios!».

Los discípulos se extrañaron de estas palabras. Jesús añadió:

—«Hijos, ¡qué difícil les es entrar en el reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios».

Ellos se espantaron y comentaban:

—«Entonces, ¿quién puede salvarse?».

Jesús se les quedo mirando y les dijo:

—«Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo».

Pedro se puso a decirle:

—«Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido».

Jesús dijo:

«Os aseguro que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más —casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones—, y en la edad futura, vida eterna».

Palabra del Señor. 


REFLEXIÓN

1.– Una afirmación: Jesús miró con cariño al joven.  “Se le acercó corriendo” y es que tenía muchas ganas de verle. “Se arrodilló”. Veía en Jesús algo especial. “Guardaba los mandamientos desde niño”. Era un muchacho, “cumplidor de la ley”.  Tenía dinero, mucho dinero, es decir, esta vida asegurada. Pero le faltaba algo: quería asegurar también la vida futura.  Por eso pregunta a Jesús: ¿Qué debo hacer para asegurarme también la vida eterna?  Él esperaba que Jesús le impusiera alguna otra ley o que hiciera alguna limosna especial. Pero Jesús le desconcierta cuando le habla de “dejar el dinero y darlo a los pobres” Después ya le podrá seguir. Esta alternativa de Jesús no encaja en su proyecto de vida. Y deja a Jesús. En realidad, lo que le propone Jesús es: “Si quieres ser perfecto”, es decir, si quieres llegar al final, si no te conformas con una medianía, con una vulgaridad, con ser uno más, uno del montón…Si quieres pasar del “tener al ser”.  “Aquel joven se quedó muy triste”. Y uno se pregunta: ¿Por qué? Jesús no le ha quitado absolutamente nada. Le ha dejado en libertad y con todo el dinero acumulado.  Aquel joven se dio cuenta de que, al abandonar a Jesús, había perdido la gran oportunidad de su vida.  Se había quedado con “su riqueza” pero había perdido la gran riqueza que es Jesús. Aquella primera mirada de Jesús se le clavó en el corazón, le persiguió, y no le dejó ya vivir en paz.

2.– Una admiración: !qué lástima! La pena, la lástima, el vacío, la decepción, acompañó a aquel joven durante toda la vida. Pero esa pena, esa decepción, esa frustración, acompañará a Jesús por toda la eternidad.  Y no habla aquí de condenación, sino de ver que ese joven no ha estado a la altura, no ha sido capaz de realizar los sueños tan bonitos que, desde toda la eternidad, Dios ha tenido sobre él.  “Desde toda la eternidad nos llamó para que fuéramos santos” (Ef. 1,4). Y lo que pasó a ese joven nos puede pasar a cualquiera de nosotros. A mí no me gustaría ir al cielo y encontrarme con un Dios decepcionado con mi vida. No quiero encontrarme con un Dios que me diga: Entra, pero “yo esperaba más de ti” Y tú y yo tenemos todavía tiempo para que esto no suceda. Todavía tenemos tiempo para adorar, alabar, amar, servir a los hermanos, hacer de nuestra vida “una ofrenda agradable a Él.

3.– Una interrogación: Y tú, ¿qué piensas hacer con tu vida? El problema del “dinero” no es que sea malo en sí y, de hecho, con él podemos hacer cosas buenas. Pero el Señor nos advierte en este evangelio del señorío que puede ejercer sobre nosotros. De tal manera puede avasallar nuestro corazón que ya no le deja libertad para optar por Jesús. Por otra parte, en un mundo concreto, con esas enormes desigualdades sociales, es imposible rezar el Padre Nuestro, decir que Dios es el Padre de todos, y dejar a nuestros hermanos muriendo de hambre, sin tener cubiertas las necesidades más elementales de la vida. En este sentido el “compartir” no es un lujo, es una apremiante necesidad.

PREGUNTAS

1.- ¿Nos dejamos seducir por la mirada de Jesús?  ¿Quién, si no es Él, podrá llevarnos a la realización plena de mi ser?

2.- ¿Nos preocupa que Dios no se quede contento con mi vida? Y esto ¿A qué nos compromete?

3.- El dinero nos ata. Y pregunto: ¿Se puede ser feliz estando atado?

 

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