domingo, 11 de abril de 2021

III Domingo de Pascua Ciclo B - 18 de abril de 2021

 


Lecturas III Domingo de Pascua Ciclo B

 

 

PRIMERA LECTURA    

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 3, 13-15. 17-19

En aquellos días, Pedro dijo a la gente:

—«El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis y rechazasteis ante Pilato, cuando había decidido soltarlo.

Rechazasteis al santo, al justo, y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos.

Sin embargo, hermanos, sé que lo hicisteis por ignorancia, y vuestras autoridades lo mismo; pero Dios cumplió de esta manera lo que había dicho por los profetas, que su Mesías tenía que padecer.

Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados».

Palabra de Dios.

Salmo responsorial: Salmo 4, 2. 7. 9

R. Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro, Señor.

O bien

R. Aleluya

Escúchame cuando te invoco, Dios, defensor mío;
tú que en el aprieto me diste anchura,
ten piedad de mí y escucha mi oración. R.

Hay muchos que dicen: «¿Quién nos hará ver la dicha,
si la luz de tu rostro ha huido de nosotros?». R.

En paz me acuesto y en seguida me duermo,
porque tú solo, Señor, me haces vivir tranquilo. R.

 

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 2, 1-5





Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis.

Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo.

Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.

En esto sabemos que lo conocemos: en que guardamos sus mandamientos.

Quien dice: «Yo lo conozco», y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él.

Pero quien guarda su palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud. En esto conocemos que estamos en él.

Palabra de Dios.

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Lucas 24, 35-48




En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan.

Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice:

—«Paz a vosotros».

Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma.

Él les dijo:

—«¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo».

Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo:

—«¿Tenéis ahí algo de comer?».

Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo:

—«Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse».

Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió:

—«Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto».

Palabra del Señor. 


INTRODUCCIÓN

Estos domingos después de Pascua tienen una finalidad: meter en nuestra dura cabeza que es verdad que Cristo ha resucitado y está vivo. Qué tremendas dificultades tenemos para aceptar las buenas noticias. En cambio, con qué facilidad aceptamos las malas. La Resurrección de Jesús es LA GRAN NOTICIA. Estamos acostumbrados a ver esa imagen de la Plaza de San Pedro llena, después de la fumata blanca. El cardenal Camarlengo, grita: “Anuntio vobis graudium magnum: Papam habemos.” Son palabras dichas por el ángel para anunciar el nacimiento de Jesús. Y más importante para nosotros es la Pascua de Resurrección. Si Cristo ha resucitado, el destino del hombre ya no es la muerte sino la vida, y no una vida cualquiera sino la Vida con Cristo para siempre.

REFLEXIÓN

1.- “Se puso en medio de ellos”

Jesús Resucitado es el centro de la vida y de la historia. Todo lo anterior es preparación y lo que sigue es consecuencia. Cristo Resucitado es el centro del tiempo.  Y Cristo Resucitado es también el Señor de nuestra vida. A Él le entregamos las riendas de nuestra historia. Pero no es un Señor que se eleva por encima de nosotros para humillarnos, sino que desciende hasta nuestro corazón para realizarnos plenamente. Ciertamente Él es el “exaltado a la diestra” (Hechos 2,33); es el “Señor y Mesías” (Hechos 2,36); es el “Hijo de Dios en poder” (Ro. 1,4); pero sigue siendo el amigo, el cercano, el que acompaña a los discípulos de Emaús y les explica las Escrituras; el que se aparece a esas mujeres que han ido a embalsamar su cuerpo con el perfume de su cariño; el que llama a María Magdalena por su nombre en un bonito requiebro de amor. ¡Cuánta ternura, cuanta delicadeza, cuanta finura! El título de Señor que el Padre le ha dado desde el cielo, ciertamente, no se le ha subido a la cabeza. Sigue pisando tierra en la Galilea de los pobres y sencillos de todos los tiempos. Y, como decía el Papa Francisco, en Galilea siempre podemos encontrar “el amor primero”.

2.– “Les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras” 

Como dice San Pablo: “Hasta el día de hoy, cuando leen a Moisés, un velo les cubre la mente. Pero cuando vuelva el Señor, se removerá el velo” (2Cor. 3,15-16).  Es el Señor Resucitado el que tiene la llave para abrir el sentido profundo de las Escrituras. Y esta llave no la ha entregado el Señor a las Universidades bíblicas, sino a la gente sencilla que nunca se atreve a leer la Biblia sin rezar. Y, entre esta gente sencilla está el Papa Francisco que, antes de hacer su homilía en Santa Marta, ha leído la Palabra, la ha meditado, la ha contemplado, la ha saboreado. Después, sin papeles, coge el texto y lo va explicando con unción y devoción. Sus palabras siempre son actuales, bellas, desafiantes.  Se puede decir de él lo que la gente sana y humilde decía de las palabras de Jesús: “Una doctrina nueva” (Mc. 1,27).

3.– “Vosotros sois testigos de esto

Los apóstoles lo tenían muy difícil a la hora de presentar como Dios a un hombre colgado en una Cruz. Sólo la luz de Pascua, la luz de Cristo Resucitado pudo hacer desaparecer las densas tinieblas de una muerte tan cruel en la cima del monte calvario. Pronto la tristeza se convirtió en gozo; la ausencia en presencia; el miedo en coraje, y la amarga desesperación en dulce esperanza. Con Cristo Resucitado se crea una raza nueva. Cuando alguien les pedía explicaciones sobre el tema de la Resurrección, se limitaban a decir: “nosotros somos testigos”. Vivimos como hermanos, aquí nadie pasa necesidades porque el que más tiene da al que no tiene, tenemos un solo corazón y una sola alma, compartimos todo con alegría. No es raro que la gente se quedara extrañada y quisiera pertenecer a ese grupo. ¡Cuanto tenemos que aprender los cristianos del siglo XXI de esta experiencia de las primeras comunidades!

PREGUNTAS

1.– ¿Es para mí el Señor, el centro de mi vida?  ¿O tengo ídolos en el corazón?

2.- ¿Me comprometo a no leer la Biblia sin haber rezado antes?

3.- ¿Doy testimonio de mi fe? ¿En qué se nota que soy cristiano?

ORACIÓN EN TIEMPO DE LA PANDEMIA

Señor Resucitado: Mora en cada uno de nuestros corazones, en cada enfermo del hospital, en todo el personal médico, en los sacerdotes, religiosos y religiosas dedicados a la pastoral de la salud,  en los gobernantes de las naciones y líderes cívicos, en la familia que está en casa, en nuestros abuelos, en la gente encarcelada, afligida, oprimida y maltratada, en personas que hoy no tienen un pan para comer, en aquellos que han perdido un ser querido a causa del coronavirus u otra enfermedad. Que Cristo Resucitado nos traiga esperanza, nos fortalezca la fe, nos llene de amor y unidad, y nos conceda su paz. Amén

No hay comentarios:

Publicar un comentario