domingo, 6 de junio de 2021

Solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo, Ciclo B - 6 de junio de 2021

 



Lecturas Solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo, Ciclo B

   


                                                 “Tomad, esto es mi cuerpo”


INTRODUCCIÓN

Nadie como Santo Tomás ha sabido resumir en una preciosa oración todo el significado de la Eucaristía: “Oh Sagrado Banquete en el que se recuerda el memorial de la Pasión, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la vida futura”. Santo Tomás comienza así: ¡OH SAGRADO BANQUETE! El Santo, al tratar este tema, no sale de su admiración.  Es lo que también asombraba a P. Caudel cuando decía “ESA ENORMIDAD”. Los mismos padres conciliares cuando abordan este tema, en el Concilio Vaticano II, parece que lo hacen de rodillas: “Nuestro Salvador, en la Última Cena, la noche en que lo traicionaban, instituyó el Santísimo Sacramento de su Cuerpo y de su Sangre, por el cual iba a perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el Sacrificio de la Cruz, y a confiar así a su Iglesia el Memorial de su Muerte y Resurrección: Sacramento de Piedad, Signo de Unidad, Vínculo de Caridad” 



 PRIMERA LECTURA   

Lectura del libro del Éxodo 24, 3-8







En aquellos días, Moisés bajó y contó al pueblo todo lo que había dicho el Señor y todos sus mandatos; y el pueblo contestó a una:

—«Haremos todo lo que dice el Señor».

Moisés puso por escrito todas las palabras del Señor. Se levantó temprano y edificó un altar en la falda del monte, y doce estelas, por las doce tribus de Israel. Y mandó a algunos jóvenes israelitas ofrecer al Señor holocaustos, y vacas como sacrificio de comunión. Tomó la mitad de la sangre, y la puso en vasijas, y la otra mitad la derramó sobre el altar. Después, tomó el documento de la alianza y se lo leyó en alta voz al pueblo, el cual respondió:

—«Haremos todo lo que manda el Señor y lo obedeceremos».

Tomó Moisés la sangre y roció al pueblo, diciendo:

—«Ésta es la sangre de la alianza que hace el Señor con vosotros, sobre todos estos mandatos».

Palabra de Dios.

 

Salmo responsorial: Salmo 115,12-13. 15 y 16bc. 17-18 (R.:13)

R. Alzaré la copa de la salvación, invocando el nombre del Señor.

O bien:

R. Aleluya.

¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre. R.

Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo, hijo de tu esclava;
rompiste mis cadenas. R.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo. R.

 

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta a los Hebreos 9, 11-15

Hermanos:

Cristo ha venido como sumo sacerdote de los bienes definitivos. Su tabernáculo es más grande y más perfecto: no hecho por manos de hombre, es decir, no de este mundo creado.

No usa sangre de machos cabríos ni de becerros, sino la suya propia; y así ha entrado en el santuario una vez para siempre, consiguiendo la liberación eterna.

Si la sangre de machos cabríos y de toros y el rociar con las cenizas de una becerra tienen poder de consagrar a los profanos, devolviéndoles la pureza externa, cuánto más la sangre de Cristo, que, en virtud del Espíritu eterno, se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha, podrá purificar nuestra conciencia de las obras muertas, llevándonos al culto del Dios vivo.

Por esa razón, es mediador de una alianza nueva: en ella ha habido una muerte que ha redimido de los pecados cometidos durante la primera alianza; y así los llamados pueden recibir la promesa de la herencia eterna.

Palabra de Dios. 

EVANGELIO

cruzLectura del santo evangelio según san Marcos 14, 12-16. 22-26








El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos:

—«¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?».

Él envió a dos discípulos, diciéndoles:

—«Id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo y, en la casa en que entre, decidle al dueño: "El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?".

Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena».

Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua.

Mientras comían. Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo:

—«Tomad, esto es mi cuerpo».

Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos bebieron.

Y les dijo:

—«Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios».

Después de cantar el salmo, salieron para el monte de los Olivos.

Palabra del Señor.

REFLEXIÓN

1.– SE RECUERDA EL MEMORIAL DE LA PASIÓN.

El memorial no es una mera evocación del pasado, sino la reproducción de su fuerza y eficacia. El pasado irrumpe en el presente fermentándolo con su fuerza salvífica. No se trata de repetir un gesto sino de revivir su significado. Los judíos, siempre que recordaban los acontecimientos del pasado, trataban de actualizarlos. Así, cuando Josué pasa el rio Jordán, Dios manda que elija unas piedras del río y que construya un altar que sirva de memorial. En la CENA PASCUAL, se colocan los alimentos: cordero, panes ázimos, hierbas amargas, salsa roja. Y comienza la gran Catequesis. Un niño pregunta al rabino más anciano: ¿Qué significa esto? ¿Por qué esta noche es tan distinta de todas las noches? Y el rabino contesta: Pascua significa “paso” y así recordamos que Dios pasó de largo ante las casas de nuestros padres y así se libraron del ángel exterminador. Comemos estas “lechugas amargas” porque los egipcios amargaron la vida de nuestros padres en Egipto. Comemos los “panes ázimos” porque Dios no dio tiempo a que fermentara la malicia del Faraón. Y la “salsa roja” nos recuerda el color de los ladrillos, símbolo de opresión de nuestros padres bajo el dominio del Faraón.  Se evoca la historia, se revive, se actualiza por medio de signos y gestos. El MEMORIAL ES UN HOY. Es muy importante lo que dice la MISHNÁ. “En cada generación cada hombre debe considerarse como si hubiera salido personalmente de Egipto. Jesús celebró la Eucaristía en este contexto judío. Cuando dice: “Haced esto en memoria mía” (Lc. 22,19) no quiere decir simplemente que nos acordemos de lo que Él ha hecho por nosotros, sino que lo actualicemos, lo hagamos presente y vivamos los mismos sentimientos que tenía Jesús en aquella noche.  No se nos entrega un simple pan, sino un PAN PARTIDO, un pan que se rompe por los demás.

2.– EL ALMA SE LLENA DE GRACIA.

Es verdad que la gracia se nos da por los sacramentos, pero en la Eucaristía se nos da al autor de la gracia. Por eso, en toda Eucaristía, bien celebrada, debemos llenarnos de su gracia. La Samaritana iba todos los días al pozo a buscar agua porque todos los días el cántaro se le quedaba vacío. Hasta que se encontró con Jesús que le dio “agua de manantial” y ya no tuvo necesidad de buscar aquella agua de antes. María, la madre de Jesús, ya tenía un nombre. Pero el ángel se lo cambia. Ya no se llamará María sino “La llena de gracia”. (Lc. 1,28).  Lo que define la vida de María es el “estar llena de Dios”. Rezuma a Dios por todos los poros de su ser. Cuando María, después de la Resurrección, asistía a las celebraciones litúrgicas de los primeros cristianos y recibía la comunión “actualizaba” el misterio de la Encarnación. No es posible que, comulgando tantas veces, estemos tan vacíos por dentro, tan huecos. No es posible comulgar y llevar una vida tan tibia, tan mediocre, tan vulgar.  Este mundo nuestro tan alejado de Dios, sólo lo salvarán los que, como María, están llenos del Espíritu de Dios. 

3.– Y SE NOS DA UNA PRENDA DE LA VIDA FUTURA.

El que se sienta en esta mesa de la Eucaristía tiene pasaporte para la vida eterna.  No tenían esa suerte los judíos que se alimentaban del “maná”. Todos morían. Pero “el que come de este pan vivirá para siempre” (Jn. 6,58). Todavía hay algo más. La prenda ya es parte de la herencia. El cielo comienza ya en la tierra cuando nos alimentamos de la Eucaristía. Por eso en la Constitución de Liturgia del Concilio Vaticano II se nos dicen estas bellas palabras: “En la liturgia terrena pregustamos y tomamos parte de aquella liturgia celestial que se celebra en la santa ciudad de Jerusalén” (S.C. nº 8). Nuestras Eucaristías deben tener “sabor a cielo”. ¿Qué nos está pasando que la gente se nos va por aburrimiento? ¿Qué estamos haciendo mal?  ¿Por qué no volver al amor primero, al gozo y al entusiasmo de nuestros primeros cristianos?

PREGUNTAS

1.- ¿Somos conscientes del regalo que Jesús nos dejó en la Eucaristía? ¿Sabemos lo que llevamos entre manos? ¿En qué voy a cambiar hoy?

2.– Tomo entre mis manos el cántaro de mi vida. ¿A qué suena? ¿A lleno? ¿A vacío?

¿A qué me compromete este día del CORPUS?  ¿A qué me compromete este día la Caridad?



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