sábado, 19 de marzo de 2022

III Domingo de Cuaresma Ciclo C - (20 de marzo de 2022)

 


Lecturas 20 de marzo de 2022, III Domingo de Cuaresma Ciclo C

 PRIMERA LECTURA


Lectura del libro del Éxodo 3, 1-8a. 13-15



En aquellos días, Moisés pastoreaba el rebaño de su suegro Jetró, sacerdote de Madián; llevó el rebaño trashumando por el desierto hasta llegar a Horeb, el monte de Dios.

El ángel del Señor se le apareció en una llamarada entre las zarzas. Moisés se fijó: la zarza ardía sin consumirse.

Moisés se dijo:

—«Voy a acercarme a mirar este espectáculo admirable, a ver cómo es que no se quema la zarza».

Viendo el Señor que Moisés se acercaba a mirar, lo llamó desde la zarza:

—«Moisés, Moisés».

Respondió él:

—«Aquí estoy».

Dijo Dios:

—«No te acerques; quítate las sandalias de los pies, pues el sitio que pisas es terreno sagrado».

Y añadió:

—«Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob».

Moisés se tapó la cara, temeroso de ver a Dios.

El Señor le dijo:

—«He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído sus quejas contra los opresores, me he fijado en sus sufrimientos. Voy a bajar a librarlos de los egipcios, a sacarlos de esta tierra, para llevarlos a una tierra fértil y espaciosa, tierra que mana leche y miel».

Moisés replicó a Dios:

—«Mira, yo iré a los israelitas y les diré:

«El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros».

Si ellos me preguntan cómo se llama, ¿qué les respondo?».

Dios dijo a Moisés:

—«»Soy el que soy»; esto dirás a los israelitas: «‘Yo-soy’ me envía a vosotros»».

Dios añadió:

—«Esto dirás a los israelitas: «Yahvé (Él-es), Dios de vuestros padres, Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob, me envía a vosotros. Éste es mi nombre para siempre: así me llamaréis de generación en generación»».

Palabra de Dios.

Salmo responsorial: Salmo 102, 1-2. 3-4. 6-7. 8 y 11 

R. El Señor es compasivo y misericordioso.

Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R.

Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa
y te colma de gracia y de ternura. R.

El Señor hace justicia
y defiende a todos los oprimidos;
enseñó sus caminos a Moisés
y sus hazañas a los hijos de Israel. R.

El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia;
como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre sus fieles. R.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 10, 1-6. 10-12




No quiero que ignoréis, hermanos, que nuestros padres estuvieron todos bajo la nube y todos atravesaron el mar y todos fueron bautizados en Moisés por la nube y el mar; y todos comieron el mismo alimento espiritual; y todos bebieron la misma bebida espiritual, pues bebían de la roca espiritual que los seguía; y la roca era Cristo. Pero la mayoría de ellos no agradaron a Dios, pues sus cuerpos quedaron tendidos en el desierto.

Estas cosas sucedieron en figura para nosotros, para que no codiciemos el mal como lo hicieron aquéllos.

No protestéis, como protestaron algunos de ellos, y perecieron a manos del Exterminador.

Todo esto les sucedía como un ejemplo y fue escrito para escarmiento nuestro, a quienes nos ha tocado vivir en la última de las edades. Por lo tanto, el que se cree seguro, ¡cuidado!, no caiga.

Palabra de Dios.

EVANGELIO

2 cruzLectura del santo evangelio según san Lucas 13, 1-9


En una ocasión, se presentaron algunos a contar a Jesús lo de los galileos cuya sangre vertió Pilato con la de los sacrificios que ofrecían. Jesús contestó:

—«¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera».

Y les dijo esta parábola:

—«Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró.

Dijo entonces al viñador:

«Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?».

Pero el viñador contestó:

«Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas».

Palabra del Señor.

REFLEXIÓN

No cabe duda de que el tema de este Domingo es la CONVERSION. Convertirse es descubrir en Cristo un nuevo rostro de Dios. En tiempo de Jesús era normal considerar los males de este mundo como “castigos de Dios”.  Por eso podían pensar que los que derramaron su sangre en la época de Pilato y los que murieron aplastados por la torre de Siloé, murieron como castigo de Dios. Y de ahí se sacaba la consecuencia de que aquellos a quienes no les ocurría esas desgracias era porque eran buenas personas. Jesús se opone radicalmente a esta manera de concebir la religión. Y nos dice que aquellos que mueren de accidente o de enfermedad contagiosa, o de Corona-virus, no es por castigo de Dios. Todavía Jesús lo dejó más claro cuando le presentan un ciego de nacimiento y le hacen esta pregunta: Maestro, ¿Quién pecó para que naciera ciego? ¿Él o sus padres?   Y Jesús contesta: Ni él ni sus padres”. (Juan 9,2-3). El Dios manifestado en Jesús no es un Dios que castiga, sino que ama y se mete dentro del dolor humano para liberarnos.  Esta idea de que nuestros males son castigos de Dios ha llegado hasta nuestros días. Por eso, incluso entre cristianos, se oye decir: ¿Qué le he hecho yo a Dios para que me castigue?  Decía Santa Teresa de Jesús: “Señor, con grandes favores castigabais mis delitos”.  Esa es la manera que tiene Dios de castigarnos. Incluso cuando nuestra vida se parece a esa “higuera seca que no produce frutos”, no la corta, sino que, con una paciencia increíble, la cava, la abona, la riega, la mima, para que dé fruto. Dios no nos tiene en cuenta nuestros pecados. Lo que quiere es que volvamos a Él. “A veces nos comportamos como controladores de la gracia, y no como facilitadores. Pero la Iglesia no es una Aduana, es la casa paterna donde hay lugar para cada uno, con su vida a cuestas”. (Papa Francisco).


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