domingo, 23 de mayo de 2021

Solemnidad Domingo de Pentecostés - ciclo B- 23 de mayo de 2021



Lecturas de la Solemnidad  del Domingo                    de Pentecostés Ciclo B

    

“Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”

INTRODUCCIÓN

“La misión cristiana no es una orden sino un fuego interior. Quema mucho para purificarnos. Arde fuerte, para darnos vida. Nos pone en movimiento para crear más vida…Quien se deja conducir por el Espíritu descubre que la fuente de la misión es el amor del Padre. Entonces comienza a sentir “pasión misionera” y “amor” como Jesús, ante quienes sufren el dolor, la injusticia, la ignorancia, el hambre, el sinsentido. ..Persona resucitada es la que se deja conducir por el Espíritu de Dios hacia la aventura, la sorpresa, la novedad, la vida. Persona resucitada es la que pone vida donde no hay, o la defiende donde está amenazada”.

 

 PRIMERA LECTURA   

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles: 2, 1-11



Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería.

Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma. Enormemente sorprendidos preguntaban:

—«¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno los oímos hablar en nuestra lengua nativa?

Entre nosotros hay partos, medos y elamitas, otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia o en Panfilia, en Egipto o en la zona de Libia que limita con Cirene; algunos somos forasteros de Roma, otros judíos o prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua».

Palabra de Dios. 

Salmo responsorial: Salmo 103, 1ab y 24ac. 29bc-30. 31 y 34 

R. Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.

Bendice, alma mía, al Señor:
¡Dios mío, qué grande eres!
Cuántas son tus obras, Señor;
la tierra está llena de tus criaturas. R.

Les retiras el aliento, y expiran
y vuelven a ser polvo;
envías tu aliento, y los creas,
y repueblas la faz de la tierra. R.

Gloria a Dios para siempre,
goce el Señor con sus obras.
Que le sea agradable mi poema,
y yo me alegraré con el Señor. R. 

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 12, 3b-7. 12-13

Hermanos:

Nadie puede decir «Jesús es Señor», si no es bajo la acción del Espíritu Santo.

Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común.

Porque, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo.

Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todo hemos bebido de un solo Espíritu.

Palabra de Dios. 

Secuencia 




Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo. 

Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos. 

Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre,
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento. 

Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde
calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero. 

Reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno. 

 

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 19-23






Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en su casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:

—«Paz a vosotros».

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:

—«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envió yo».

Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:

—«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

Palabra del Señor.

 

 

En el presente año B, pueden utilizarse también las siguientes lecturas:

 

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas 5, 16-25

Hermanos:

Andad según el Espíritu y no realicéis los deseos de la carne; pues la carne desea contra el espíritu y el espíritu contra la carne. Hay entre ellos un antagonismo tal que no hacéis lo que quisierais. En cambio, si os guía el Espíritu, no estáis bajo el dominio de la ley.

Las obras de la carne están patentes: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, enemistades, contiendas, envidias, rencores, rivalidades, partidismo, sectarismo, discordias, borracheras, orgías y cosas por el estilo. Y os prevengo, como ya os previne, que los que así obran no heredarán el reino de Dios.

En cambio, el fruto del Espíritu es: amor, alegría, paz, comprensión, servicialidad, bondad, lealtad, amabilidad, dominio de sí. Contra esto no va la ley. Y los que son de Cristo Jesús han crucificado su carne con sus pasiones y sus deseos. Si vivimos por el Espíritu marchemos tras el Espíritu.

Palabra de Dios.

 

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Juan 15, 26-27; 16, 12-15






En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

—«Cuando venga el Defensor,
que os enviaré desde el Padre,
el Espíritu de la verdad, que procede del Padre,
él dará testimonio de mí;
y también vosotros daréis testimonio,
porque desde el principio estáis conmigo.

Muchas cosas me quedan por deciros,
pero no podéis cargar con ellas por ahora;
cuando venga él, el Espíritu de la verdad,
os guiará hasta la verdad plena.
Pues lo que hable no será suyo:
hablará de lo que oye
y os comunicará lo que está por venir.

Él me glorificará,
porque recibirá de mí lo que os irá comunicando.
Todo lo que tiene el Padre es mío.
Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará».

Palabra del Señor.

REFLEXIÓN

Una manera nueva de estar entre los suyos. No ya desde fuera, hablándoles, animándolos, orientándolos; sino desde dentro: llenando su vida y actuando, a través de ellos, en el mundo: “recibid el Espíritu Santo”

Una bonita manera de multiplicar su presencia entre nosotros. "Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra". Estaba naciendo la Iglesia.

Y todo empezó a cambiar. El miedo -puertas cerradas- se apagó con el soplo de aquel "viento recio" que llenó la casa donde se encontraban. Aquellas "lenguas como llamaradas" fueron encendiendo sus corazones adormilados. La paz del Señor fue cambiando la tristeza en alegría, la desunión simbolizada en la torre de Babel, dio paso a la unión: "Quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua".

Y el barco de la Iglesia, con las velas hinchadas, se estaba haciendo a la mar: "Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo".

Lo nuestro es mantener izadas las velas y el barco a punto. Lo demás -el timón que marca el rumbo y el viento que da el impulso- ya son cosas de Él, del Espíritu Santo, del Señor.

         A través de las tres lecturas del día podemos profundizar en la maravilla del Espíritu Santo. Es, ante todo, NOVEDAD.

         El Evangelio: Nos habla del “hombre nuevo”.

         La segunda lectura: Del “Nuevo Pueblo de Dios”

         Y la primera: Del Nuevo rostro de Dios.

Evangelio: “Exhaló su Espíritu y dijo; recibid al Espíritu Santo”. El soplo de Jesús sobre los apóstoles es un soplo creador. Lo mismo que Dios sopló sobre el primer hombre, ahora sopla de nuevo y crea “un hombre nuevo”. El hombre espiritual no es otra cosa que el hombre lleno del Espíritu de Dios. Después de la Resurrección, a los cristianos que creían en Jesús se les denominaba “raza nueva”, o todavía más bonito: “hombres inéditos”. Con la Resurrección de Jesús y el envío del Espíritu Santo se crea una “nueva edición de hombre”. Ya no será ese hombre desgarrado, esclavo de las pasiones, que quiere hacer el bien y no puede (Ro. 7,15). Ahora, con la fuerza del E. Santo, tendremos ese hombre coherente, en paz, que busca el bien. El Espíritu tiene una tarea: hacer de cada cristiano otro Cristo. Como en el caso de Pablo: “Ya no vivo yo. Es Cristo quien vive en mí”.

2ª lectura. Un Nuevo Pueblo de Dios.

         El Antiguo Israel ha dado paso al Nuevo Pueblo de Dios. Y lo que caracteriza a este pueblo es la unidad en la diversidad. Un solo Cuerpo con muchos miembros diferentes. En ese Cuerpo cabe la cabeza y los pies; las manos y el corazón. Mientras uno acepta la función que se le ha asignado, todo irá bien. El problema está cuando el pie quiere ser cabeza o las manos corazón. El Papa Francisco habla de clericalismo, es decir, unos miembros que ocupan el espacio que no les corresponde. Según esto, la uniformidad es lo más contrario a la Iglesia. La unidad es lo más esencial.

Esta manera de concebir la Iglesia ya estaba perfilada en el A.T. Después del diluvio aparece el Arco Iris.  Normalmente, el arco y la flecha en el Antiguo Testamento son armas de guerra, símbolo de la ira de Dios. Pero aquí, es signo de benevolencia y de Alianza.

         Suspendiendo del cielo su arco, Dios le hace saber al hombre que «no disparará más flechas», o sea, que no volverá a destruir la tierra (v 11), Cuando Dios hace este compromiso con Noé aún no había razas ni pueblos. La Alianza que Dios establece es con toda la humanidad.

«El arco iris supone romper de raíz las divisiones que hacemos los hombres por color, raza o cultura. La pluralidad del arco iris donde todos los colores se complementan pero no se anulan; donde todos juntos y no por separado, establecen la maravilla del arco de colores. El arco iris se convierte en la sonrisa de Dios que sigue esperando en el hombre y en memorial de su infinita paciencia» (Pedro Fraile).

En este día de Pentecostés hay de todas las razas y todos entienden el mismo lenguaje. Todos nos entendemos cuando hablamos el mismo lenguaje del amor.

1ª lectura El Nuevo rostro de Dios.

Esta lectura nos habla de las manifestaciones de Dios.  Vientos, ruido, tempestades. Hay que ir a I Reg. 19 en la manifestación de Dios a Elías. Le dice: “Voy a pasar”. Vino una fuerte tormenta, pero no estaba Dios en la tormenta; después un huracán, tampoco estaba en el huracán. Después un fuego destructor, pero tampoco estaba Dios en el fuego. Elías esperaba a Dios en las manifestaciones ya conocidas, ya viejas. Pero no esperaba a Dios en la novedad de una “suave brisa”.

El nuevo rostro de Dios no hay ya que buscarlo en esas expresiones de miedo, terror, o lejanía. Sí en la suave brisa. ¿Qué dice el Génesis? Dios bajaba a conversar amigablemente con nuestros primeros padres “a la brisa de la tarde”. Dios era cercano, amigo, era presencia gratificante. Y eso acabó con el pecado.  Pero la historia sigue. Y el Dios manifestado en Jesús es el de Abbá. Un padre al que no hay que temer. Un padre al que hay que amar. Con quien hay que jugar y reir y danzar. Y todo como fruto del Espíritu Santo.

 

¡Feliz Pentecostés!
¡Viva la Blanca Paloma!


 

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