viernes, 10 de diciembre de 2021

Recuerdos de una mañana fría, gris, lluviosa y triste de Diciembre....

 



Una mañana fría y triste de diciembre

Parece que fue ayer, pero solamente han pasado 34 años desde que una mañana fría y gris, difícil de olvidar y que siempre quedará en nuestro recuerdo y nuestras retinas, a las 6:10 horas de la mañana, del día 11 del mes de diciembre de 1987, en pleno Tiempo de Adviento, un enorme estruendo recorrió y alteró la tranquilidad tanto de nuestro querido y humilde barrio, como de la de nuestro vecino  barrio de la Jota, hasta el punto de encoger y llenar de tristeza nuestros corazones, puesto que nada hacía suponer e imaginar la enorme tragedia que acababa de acontecer, y que a trece días de la celebración de las fiestas navideñas, en las que se conmemora el nacimiento del niño Jesús, en un pobre pesebre, envuelto en pañales y entre un buey y una mula, acabó destrozando las vidas de muchas familias, que vivían en el lugar donde se produjo infame y condenable masacre que acabó con el futuro de buenas gentes, todas ellas pertenecientes a la Guardia Civil, y que vivían con sus familias en el lugar del suceso, entre adultos, niñas y un joven adolescente que tenían todo un futuro y una vida por delante, por culpa de una sinrazón injustificada de la violencia, dejando familias rotas de dolor por la pérdida de sus seres queridos, y entre ellos la pequeña Silvia de 6 años, una pequeña niña que era alumna de nuestro humilde colegio, y que esa mañana junto a su padre ya no se despertó para acudir al colegio junto a sus compañeros de clase y de juegos.

 

Fue una mañana fría y gris, en la cual en seguida los barrios afectados por la tragedia y el resto de la ciudadanía, con las primeras  luces del día, empezó a ser consciente de la magnitud del suceso que acababa de acontecer, dando paso del silencio y el latido al unísono de nuestros corazones,  al sonido de las sirenas de ambulancias y camiones de bomberos que comenzaron a sonar, mientras se dirigían al lugar de los hechos, para intentar que la tragedia que acababa de acontecer, no se convirtiera en una masacre de mayor magnitud a la que ya estaba siendo, puesto que fue una jornada complicada, dolorosa y llena de incertidumbre, entre los escombros del cuartel donde vivían estas nobles y humildes familias, y que nos acompañaría durante los días sucesivos, y los cristales rotos, puertas destrozadas, techos caídos, tareas de limpieza y desescombro tanto en el lugar de los hechos, como en los edificios que se encontraban cercanos y que resultaron también dañados por la onda expansiva del artefacto que aquella mañana fría de diciembre, acababa de truncar y malograr la vida y el futuro de varias familias, y que resultó muy difícil de olvidar, ya que había que intentar volver a la normalidad, aunque con dificultad puesto que en nuestros pensamientos y nuestras mentes aun estaban los terribles hechos acaecidos una mañana fría y gris de diciembre.

 

         Como debió de ser la magnitud de la explosión, que hasta nuestra humilde iglesia, también resultó afectada, con cristales rotos y caída de parte del techo de la capilla, y de la que fue un completo milagro, que no sucediera más tarde, aunque actos desdeñables y condenables como el que sucedió aquella fría mañana durante las primeras luces del día, no tiene justificación alguna, si no hubiésemos estado lamentando que la tragedia aún fuera de mayor magnitud.

 

Fueron pues sin duda jornadas tristes, difíciles y complicadas y que fueron y siguen siendo difíciles de olvidar para todos, puesto que era muy difícil imaginar y reflexionar sobre que daño podían haber hecho todas estas humildes personas que convivían en el lugar del suceso, cuando una mañana fría de diciembre cuando aún no había amanecido, vieron malogradas sus vidas y otras sufrieron daños físicos y psicológicos.

 

Aún sigue en nuestro recuerdo las muestras de cariño, de apoyo y solidaridad que nos caracteriza en esta bendita tierra de Aragón, como en el resto del país, de los primeros voluntarios y las primeras personas que acudieron al lugar de los hechos para intentar ayudar en las labores de rescate hasta que llegaron los servicios sanitarios y de rescate para hacerse cargo de la situación y coordinarse entre ellos, de los vecinos de los edificios bajando mantas, los bares de la zona dando bebidas calientes... etc. y  que durante ese día y los siguientes, que la ciudadanía mostró a todos los afectados, así como esa fría y triste tarde del 15 de diciembre de hace 34 años, cuando nuestra humilde iglesia se quedó completamente pequeña para acoger y celebrar una misa en recuerdo tanto de la pequeña Silvia y su padre, como del resto de las víctimas.

 

         34 años después, siguen estando sobre todo en nuestros recuerdos, nuestros corazones, y en nuestras oraciones puesto que es difícil de olvidar lo que ocurrió una mañana fría y gris de diciembre, y con la esperanza de un mundo mejor, solidario y  sin violencia.




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