Una mañana fría y triste de diciembre
Parece que
fue ayer, pero solamente han pasado 34 años desde que una mañana fría y gris, difícil de olvidar y que siempre quedará en nuestro recuerdo y nuestras retinas, a
las 6:10 horas de la mañana, del día 11 del mes de diciembre de 1987, en pleno
Tiempo de Adviento, un enorme estruendo recorrió y alteró la tranquilidad tanto
de nuestro querido y humilde barrio, como de la de nuestro vecino barrio
de la Jota, hasta el punto de encoger y llenar de tristeza nuestros corazones, puesto que nada hacía
suponer e imaginar la enorme tragedia que acababa de acontecer, y que a trece
días de la celebración de las fiestas navideñas, en las que se conmemora el
nacimiento del niño Jesús, en un pobre pesebre, envuelto en pañales y entre un
buey y una mula, acabó destrozando las vidas de muchas familias, que vivían en
el lugar donde se produjo infame y condenable masacre que acabó con el futuro
de buenas gentes, todas ellas pertenecientes a la Guardia Civil, y que vivían
con sus familias en el lugar del suceso, entre adultos, niñas y un joven
adolescente que tenían todo un futuro y una vida por delante, por culpa de una sinrazón
injustificada de la violencia, dejando familias rotas de dolor por la pérdida
de sus seres queridos, y entre ellos la pequeña Silvia de 6 años, una pequeña
niña que era alumna de nuestro humilde colegio, y que esa mañana junto a su
padre ya no se despertó para acudir al colegio junto a sus compañeros de clase
y de juegos.
Fue una mañana fría y gris, en la cual en seguida los barrios afectados por la tragedia y el resto de la ciudadanía, con las primeras luces del día, empezó a ser consciente de la magnitud del suceso que acababa de acontecer, dando paso del silencio y el latido al unísono de nuestros corazones, al sonido de las sirenas de ambulancias y camiones de bomberos que comenzaron a sonar, mientras se dirigían al lugar de los hechos, para intentar que la tragedia que acababa de acontecer, no se convirtiera en una masacre de mayor magnitud a la que ya estaba siendo, puesto que fue una jornada complicada, dolorosa y llena de incertidumbre, entre los escombros del cuartel donde vivían estas nobles y humildes familias, y que nos acompañaría durante los días sucesivos, y los cristales rotos, puertas destrozadas, techos caídos, tareas de limpieza y desescombro tanto en el lugar de los hechos, como en los edificios que se encontraban cercanos y que resultaron también dañados por la onda expansiva del artefacto que aquella mañana fría de diciembre, acababa de truncar y malograr la vida y el futuro de varias familias, y que resultó muy difícil de olvidar, ya que había que intentar volver a la normalidad, aunque con dificultad puesto que en nuestros pensamientos y nuestras mentes aun estaban los terribles hechos acaecidos una mañana fría y gris de diciembre.
Como debió de ser la magnitud de la explosión,
que hasta nuestra humilde iglesia, también resultó afectada, con cristales
rotos y caída de parte del techo de la capilla, y de la que fue un completo
milagro, que no sucediera más tarde, aunque actos desdeñables y condenables
como el que sucedió aquella fría mañana durante las primeras luces del día, no
tiene justificación alguna, si no hubiésemos estado lamentando que la tragedia
aún fuera de mayor magnitud.
Fueron pues
sin duda jornadas tristes, difíciles y complicadas y que fueron y siguen siendo
difíciles de olvidar para todos, puesto que era muy difícil imaginar y
reflexionar sobre que daño podían haber hecho todas estas humildes personas que
convivían en el lugar del suceso, cuando una mañana fría de diciembre cuando
aún no había amanecido, vieron malogradas sus vidas y otras sufrieron daños
físicos y psicológicos.
Aún sigue
en nuestro recuerdo las muestras de cariño, de apoyo y solidaridad que nos
caracteriza en esta bendita tierra de Aragón, como en el resto del país, de los primeros voluntarios y las primeras personas que acudieron
al lugar de los hechos para intentar ayudar en las labores de rescate hasta que llegaron
los servicios sanitarios y de rescate para hacerse cargo de la situación y coordinarse entre ellos, de
los vecinos de los edificios bajando mantas, los bares de la zona dando bebidas
calientes... etc. y que durante ese día y los siguientes, que la
ciudadanía mostró a todos los afectados, así como esa fría y triste tarde del 15 de
diciembre de hace 34 años, cuando nuestra humilde iglesia se quedó
completamente pequeña para acoger y celebrar una misa en recuerdo tanto de la
pequeña Silvia y su padre, como del resto de las víctimas.
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